Capítulo 12. ¿Me extrañas?

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—¿Y bien? —preguntó y se giró para quedar frente a su acompañante—. ¿Cómo me veo? —sonrío juntando un poco las manos, sentía el rostro enrojecer.

Leigh sonrió con los brazos extendidos hacia él indicándole que se acercara para darle un muy fuerte abrazo ya que ambos estaban muy emocionados.

—¡Increíble, Harry! —exclamó ella todavía rodeándolo con sus brazos—. Esta es, definitivamente esta es, llevémonos esta blusa ¡ahora! —ordenó con una amplia sonrisa.

Y Harry no pudo estar más de acuerdo, después de una extenuante tarde de compras junto a la morena de trenzas rubias, por fin había encontrado algo que verdaderamente le emocionaba lucir: Una blusa, de color rojo sangría que dejaba sus hombros al descubierto y quedaba sujeta al abdomen con un lazo. Se sentía muy bonito en ese momento y todo gracias a Leigh, quién al final había sido la que le convenció de intentar con otro tipo de ropa.

Había sido una tarde relajante, un verdadero método para aliviar el estrés y tensiones del día a día, sobre todo con los acontecimientos que todavía revoloteaban por la cabeza del rizado. Le había prometido a la chica ir de compras hace días y estaba realmente agradecido de que fuese ella con su encanto y buen gusto por la moda que lo sacase del apartamento de la puerta pintada y de su pésimo estado de animo.

A su vida le faltaban más días como ese, dónde le doliesen los pies de tanto recorrer el centro comercial y no el corazón por las palabras tan absurdas de su compañero de piso. Sacudió ligeramente la cabeza, intentaba con todas sus fuerzas no decaer ante esos pensamientos, los recuerdos de aquella tarde en las afueras del estadio de fútbol, la serenidad del castaño mientras hacia trizas su corazón.

"Si te digo que me gustas estaría mintiéndote, y no quiero mentirte".

Pestañeó varias veces para volver a la realidad, las luces de la tienda le encandilaron por breves segundos.

—Se verá estupenda con ese sombrero negro que he pedido por e-bay —afirmó con las mejillas todavía sonrosadas.

Le había revelado por fin a Leigh el contenido del paquete que llegó a su oficina aquella mañana, el mismo paquete que Louis a través de la lluvia fue a llevarle a la habitación de Mitchell.

—¡¿Era un sombrero?! —preguntó Leigh agitando mucho sus manos—. Ahora no puedo esperar a ver todo el conjunto, Harry ¡Que emoción! Esta noche será una locura —decretó Leigh al tiempo en que ambos se acercaban a la caja registradora con unas cuantas bolsas de compras encima.

Oh sí, también estaba la noche de hoy.

Volvería al 505 resto-bar y eso más que tenerle nervioso, le tenía emocionado. Es como si de algún lado le surgiese una sensación extraña, algo que le gritaba desde lo más profundo que todo saldría bien hoy.

Recordó a Jade, a sus creencias cósmicas y angelicales. Aunque también recordó a su compañero de piso, a Louis, diciendo que no creía en ninguna de esas supercherías, las cosas solo pasaban porque los seres humanos forjaban su propio destino, sus propias decisiones.

Y de esas dos creencias, prefirió quedarse con la de Jade, aunque no la entendiese del todo bien, la pelirroja parecía saber más cosas de las que admitía en voz alta.

Así que Harry se aferró a eso, a esa pequeña luz que vio a través de la ventana para poder salir de la cama, prepararse el desayuno en silencio y luego salir a clases, solo.

Como todas las mañanas desde que decidió no volver a contar con Louis como su mejor amigo. Y sí, aquello le estaba doliendo como los mil infiernos, pero todavía estaba intentando resolver como trasladarse a otro sitio, lo que era seguro para él es que el próximo año no estaría más en ese lugar compartido con Louis.

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