Capítulo 23. Estoy aquí para encontrarme

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Acomodó mejor sus piernas en el asiento mientras miraba con algo de recelo su alrededor, las manos le temblaban un poco y sentía su corazón latir con fuerza en su pecho. Estaba nervioso y el tiempo pasaba con lentitud. Sus pensamientos revoloteaban como fibras transparentes y sentía pues el impulso de atraparlas entre sus dedos para que nunca abandonasen su cabeza. Era difícil, todos los días sentarse aquí era difícil. 

Todavía podía recordar a la perfección cómo fue que terminó metido en ese lugar hace un par de meses, comenzando aquello cuándo su hermana mayor Felicia lo sacó a rastras de una fiesta universitaria en medio de un ataque de ira. 

Sí, más para mal que para bien, su estadía en Boston se vio un tanto marcada por ese incidente y lo que siguió después a esa fiesta. Sorpresivamente siempre encontraba las mejores respuestas dentro de las peores situaciones y particularmente eso sucedía en las fiestas. Quería creer que era una especie de mala jugada del destino, una horrenda manera de hacerle ver abruptamente la verdad para que así reaccionara de una vez por todas. 

Recordó entonces que esa noche había salido con sus compañeros de la Universidad de Boston a una fiesta en la zona central de la ciudad, la noche recién empezaba para ellos con el alcohol y algunos rollos de marihuana en los asientos del auto. Estaba bien, había dejado de pensar en muchas cosas, otras quizá le perseguían en cualquier lugar que estuviese, a veces soñaba incoherencias y en muy contadas ocasiones era el remordimiento lo que no le permitía concentrarse en nada más. Tenía la sensación de que era constantemente asechado por el pasado, por unos labios fríos, por una mirada quebradiza. Se despertaba ansioso, asustado, se despertaba sudando frío. Se sentía perdido. 

Sus palabras formaban un largo hilo que le envolvía el cuerpo y los recuerdos formaban un mapa de regreso a Alewife. Se imaginó así mismo una y otra vez cayendo del puente que conectaba a la carretera, se imaginó cayendo fuertemente al agua fría, ahogándose y siendo arrastrado por la corriente ante la mirada burlona de las personas que más quiso. 

Nadie lo salvó, nadie lo salvaría ahora, sólo él mismo tenía el poder de despertar. A veces se despertaba sofocado, con una opresión en el pecho y lágrimas en sus ojos. 

Se imaginaba en el puente, caía del puente, moría solo para despertarse en su habitación de la infancia, con sus juguetes y carteles de películas animadas rodeado por los brazos de su madre. Moría para despertarse dentro del closet dónde guardaba su patineta y los vendajes que usaba en las rodillas. 

Esa noche auguraba tragedia pero ya que él nunca ha tenido la capacidad bendita de saber lo que el futuro le depara, no es que fuese cómo Jade, no tenía la visión ni paciencia para esas cosas, le parecían más o menos absurdas hasta que la conoció a ella. Nunca había preguntado demasiado ni se había involucrado lo suficiente...hasta esa noche. Decidía creer en las supercherías después de eso.

Finalmente en la casa de dos plantas que figuraba cómo su destino, retumbaba la música y las personas se apegaban unas a otras dejando por doquier vasos rojos con líquidos coloridos. Había luces y ese inconfundible aroma a juventud descontrolada, a drogas y a sudor. Louis sonrío ante el encendido ambiente abriéndose paso entre la multitud con un enorme vaso de cerveza que encontró en la cocina. Reconoció algunos rostros de su adolescencia más fue lo suficientemente inteligente para seguir a su grupo universitario y no estancarse en una conversación sobre el pasado ya que las odiaba. Allí es que entonces pensaba por qué había regresado a Boston. 

Aunque admitía que le emocionaba el notar la reacción de quienes lo volvían a ver después de tanto tiempo y de lo mucho que había cambiado en esos años. Le gustaba entonces pensar que se sorprendían al ver que ya no llevaba tirantes y un flequillo liso sobre la frente. Ahora lucía más maduro, usaba más prendas holgadas y unicolores, le gustaba vestir de negro pero se aferraba a los diseños deportivos. No volvería a usar tirantes, jamás.

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