Capítulo 28. ¿Vas a estar cerca de mí para contar contigo?

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Y como si tan solo hubiesen estado esperando que pusiese un pie en el asfalto de ese puñetero estacionamiento, los observó. A ambos, a una distancia lo suficientemente prudente. Detalló entonces la forma en que se miraban, y se sorprendió cuando allí, sin importarles nada más, ni nadie más, ellos compartieron un beso. Quizá eso pasó mucho antes, quizá para ellos no era la primera vez, admitía pues que nunca inquirió más allá de lo necesario, no pidió detalles, no deseaba ahondar esa herida en el costado de su mejor amigo. Sin embargo, nada se comparaba con el abrupto golpe de realidad que significó verlos besarse con suavidad como si siempre estuviese destinado a ser así. No lo comprendió.

Y quiso hacerlo, con todas sus fuerzas intentó darle justificación a tan descabellada imagen, a un beso tan sincero entre dos personas que habían compartido todo durante tanto tiempo y luego lo dejaron. 

Pensó en aquella mañana caminando por el inundado campo de futbol, esa en la que entendió que Louis Tomlinson y él ahora tenían distintos lugares en la vida de Harry y pudo sentirse cómodo con la idea de su mejor amigo estando enamorado de su otro mejor amigo... más solo deslizar sus pensamientos un tanto después justo al momento en que Harry irrumpió en su habitación con esos lagrimones de niño de instituto confesándole que ese castaño de ojos azules rompió su corazón con las más duras palabras perfectamente bien dirigidas, su perspectiva cambió.

Harry llorando en su habitación hasta quedarse dormido, Harry llorando en el bar, Harry llorando en la playa derramando su copa de vino, las ojeras bajo los ojos verdes de Harry y los rizos cayendo adoloridos en la baldosa del salón de belleza.

Harry teniendo dieciséis y luego diecinueve.

Harry sonriéndole inocente a Jules, Harry rechazando a Tucker, Harry besando a Louis.

Negó en silencio al sentir a borbotones los pensamientos arrojarse sobre su cabeza, resistió el impulso de rodar los ojos y de gritarles lo enojado que estaba, con ambos. Solo esperó y esperó.

Esperó hasta que el castaño se subiese en un bonito Mustang blanco y se despidiese de Harry con un simple ademán de manos. No se quedaba. Y Harry parecía solo... ¿aceptarlo? ¿Aceptar que no se quedaba? Respiró profundo. Ahora sí que no lo entendía.

Caminó en dirección a él, al parecer estaba demasiado absorto en la forma en la que el coche se perdía a través de los linderos del campus.

—Ahora sí perdiste la maldita cabeza ¿verdad? —le soltó de inmediato.

Mitchell se sentía tan solo un poco decepcionado, Harry era como su hermano, la persona con la que tenía toda una vida, y juraba por todos los cielos que quería entenderlo, quería lo mejor para él.

Harry se inmutó con su presencia, abrió ligeramente la boca para vociferar algo que nunca terminó de salir de ella. Exhaló duramente avergonzado y le indicó a Mitchell con la mano que siguiesen adelante.

—No contestas mis llamadas, no contestas mis textos, vine aquí ayer por la mañana y no te encontré. ¿Quieres ponerme al tanto, Harry?

Al cerrar las puertas del apartamento, un Harry abatido se dejó caer en el sofá  mientras que Mitchell se mantuvo de pie, expectante. Sentía el enojo fluir en su torrente sanguíneo y esperaba que Harry así lo notase.

—Estoy esperando que digas algo porque sinceramente lo que acabó de ver allá afuera merece una explicación —fue tajante con lo que quería oír.

Harry desvió su mirada hasta impactarla con la del pelirrojo, en su ceño fruncido a través de las enormes gafas.

—Lo encontré en el metro. Justo como cuando le conocí por primera vez. Fue la misma noche en que regresé al resto-bar para buscarte, Jade había telefoneado que estabas demasiado ebrio para funcionar. Así que fui por ti porque eso hacen los amigos. Y él solo...apareció allí —apuntó a decirle con gesto impasible—. Como un ángel.

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