Capítulo 18. Un paso adelante y tres hacia atrás

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Después.

Esa madrugada tuvo más sentido que las últimas de toda su vida, la imagen de Harry fue lo único que le persiguió por toda la ciudad mientras se alejaba de las luces brillantes, del cielo nocturno, del silencio de las calles. Sus ojos, sus labios, sus rizos y la manera tan prolija en la que se movía en la pista de baile, en esa canción de amor, en Harry diciendole que se había enamorado de nuevo, de él.

Al entrar, Louis se detuvo por algunos instantes en el recibidor donde contempló momentáneamente el sofá y el televisor que estaba apagado. Allí vio las evidentes pruebas de que Harry había regresado a casa la noche anterior, se acercó entonces a la alfombra de dónde recogió las botas que usó el rizado para bailar y las dejó a un lado no sin antes cerrarles la cremallera, luego tomó entre sus dedos la suave camisa que lo vistió y la dobló dejándola en el sofá, no sin antes percibir ese fugaz aroma a Harry en ella.

Su mirada trasnochada y ansiosa barrió rápidamente el recibidor para dirigirse finalmente a la puerta de la habitación de Harry, no tenía ni siquiera reloj para saber la hora sólo que era temprano, lo suficiente como para que en un día normal, si tan solo lo hubiese sido, ambos estuviesen durmiendo para prepararse para otra rutina de clases en los edificios de la facultad. Su respiración era irregular y era consciente del estado deplorable en que se encontraba, es decir, su ropa probablemente estaba toda rasgada después de haber corrido por toda la ciudad en plena madrugada, sus tenis estaban empapados y su cabello completamente adherido a su frente por el sudor, pero, no se sentía mejor de lo que se veía.

¿Dónde estaba Harry?

Colocó su mano derecha sobre la puerta, tanteándola suavemente como para constatar que estuviese cerrada frente a él y ¿por qué no? Con miedo de abrirla, con el palpitante y sofocante terror de encontrarse frente a frente con Harry después de haberle rechazado, de haber rechazado a la persona que probablemente lo ha querido más que nadie nunca en la vida, de esa forma.

Relamió sus labios y optó por alejarse, una voz totalmente imaginaria le gritó que se alejara de la puerta de la habitación de Harry más el sonido de las violentas arcadas que provenía del otro lado lo pusieron en alerta.

No tardó en abrir la puerta, encontrándose directamente con la habitación de Harry y sus cosas desparramadas por el suelo, su closet estaba abierto y los abrigos habían sido arrancados de sus perchas, sin embargo no tuvo tanto tiempo de fijarse en el resto de la habitación porque el sonido se repitió, ahora plantándose frente a la puerta del baño solo tuvo que deslizar la puerta con cuidado para encontrarse con la imagen de un Harry arrodillado frente al tazón, plenamente consciente de su presencia al haberle escuchado entrar.

Harry iba a medio vestir, no llevaba camiseta y solo era cubierto por un pantalón de pijama púrpura que tenía bolsillos gigantes, allí Harry escondía dulces para no tener que ir a la cocina mientras estudiaba para algún examen.

Su nariz estaba roja y sus ojos verdes le escudriñaban con notoria vergüenza, sus labios brillosos formaban un cruel mohín y entonces Louis se sintió como la persona más insignificante de todos los tiempos, la más ruin y malvada.

Bajo los ojos de Harry se formaban unas intensas ojeras y sus rizos achocolatados cubrían bruscamente una parte de su frente.

Recordó entonces sus propias palabras: El amor te hace ser vulnerable... o algo así. Enamorarse era sinónimo de vulnerabilidad.

Que manera tan triste de hacer que se retractara de ellas, de escupírselas para que el sufrimiento de Harry jamás se borrara de sus memorias.

—Oh, Harry ven aquí —le exclamó con pesar.

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