Capítulo 8. No soy de los que huyen, solo nos estamos divirtiendo

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Esa mañana algo extraño sucedió.

Sí, lo suficientemente extraño como para despertar sintiendo un peso extraño alrededor de su cuerpo, una suave respiración en su cuello y un corazón latiendo junto al suyo.

Como pudo refregó lentamente su rostro para espabilarse y alejar el sueño que todavía le perseguía, quería seguir durmiendo, sobre todo porque quería quedarse allí para observar por horas a la persona que dormía plácidamente a su lado, en efecto, para observar a Louis.

La luz de sol se colaba por la persiana de la habitación, concediéndole al espacio y a sus pieles un tinte dorado que lo llevó a deducir que todavía era temprano para preparar el desayuno, tomar una ducha y alistarse para salir a las clases, la rutina de todos los días, con la particularidad de que esa sonrisa bobalicona no dejaría su rostro, no señor.

Cerró los ojos para rememorar la noche, sentir la música colándose por su espina dorsal, la suave voz de Clairo, las palabras que llegaron directo a su corazón.

De pronto sintió como Louis afianzaba más el agarre a su camiseta, giró un poco sobre sí mismo para mirarlo, con cuidado de no aplastarlo o despertarlo, quería guardar lo mejor que pudiese esas imágenes suyas en su cabeza. Su cabello castaño caía casi por completo sobre su rostro, cubriendo la mitad de su rostro solo alcanzando a apreciar con naturalidad sus labios entreabiertos, brotando leves suspiros.

Sus brazos tatuados y la mano que se aferraba a su camiseta le hicieron suspirar una vez más, aceptando, entre otras cosas, lo enamorado que estaba de ese chico, de su mejor amigo.

Con cuidado Harry apartó el cabello del rostro de Louis y ahora sí, miraba a su mejor amigo dormido, en calma, causándole tantas emociones juntas. Se le revolvía todo, el pecho, el estomago, sentía el corazón acelerado. Quería tocarle todo el rostro y mimarlo con tanto amor que tenía para entregarle.

Harry recordó como lo vio llorar hasta que no pudo más y lo besó, recordó besarlo hasta que fue él que no pudo más. Se detuvo en lo que casi fue un ataque de pánico, por el miedo que le provocó saber que Louis no le querría, que no volvería hablarle jamás por lo que tontamente había hecho.

Y entonces el castaño lo envolvió con sus brazos, inclinándose para alcanzarlo mejor, quedándose allí por un buen rato, junto a él, sin decir nada, solo abrazándolo porque lo necesitaba. Necesitaba tener y sentir a Harry cerca.

Lo que en consecuencia terminó por generar más confusión en Harry, quién solo se limitó a sostenerlo entre sus brazos, a cuidarlo como tanto quería. Cuando Louis estuvo lo suficientemente repuesto y ambos acordaron que estar de pie en la cocina ya no les era cómodo, se trasladaron al sofá dónde Louis no tardó en dejar caer su cabeza en el hombro de Harry, de nuevo sin decir nada, en ese silencio tan curiosamente necesario se miraron de nuevo, los ojos brillantes y profundos de Louis le hicieron una autentica invitación que Harry sinceramente no pudo resistir.

Volvieron a besarse en el sofá, primero con besos pausados, entrecortados quizá por la problemática cercanía que en ese momento estaban descubriendo, luego fueron besos desordenados cuando Harry consiguió girarse en el sofá para rodear las caderas de Louis con sus manos, apretujándolas con firmeza. Las manos de Louis por su parte se deshacían en el cabello rizado de Harry, dándose el tiempo de enrollar sus dedos alrededor de este. Louis jadeó y de esa manera supieron que las cosas tal vez estaban subiendo demasiado de tono.

Su mejor amigo en ese instante le otorgó una vista casi celestial, allí frente a frente, sus orbes celestinos mirándole con intriga, con ganas, sus labios rojizos y brillantes, sus largas pestañas y cabello alborotado.

Ambos querían más.

Pero uno de los dos, era demasiado orgulloso para pedirlo con palabras.

Así que Harry sacudió la cabeza, negando, volviendo en sí, pensando con serenidad miró a Louis, sosteniendo sus mejillas con suavidad, miró a Louis contemplándolo, teniéndolo tan cerca, prácticamente en sus brazos. Era un momento tan mágico, un sueño, por no decir que claramente era una locura.

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