Parte dieciséis: Con sus mentes en contra

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Piper

Todos supondrían que después de desmayarse por falta de alimento Piper volvería a comer, cualquiera habría pensado que eso pasaría. Lo único que Piper había hecho era hacer que pareciera que comía bastante, comía una cantidad que parecía aceptable enfrente de todos pero era menos que lo que debía comer.

Había adelgazado. Pesaba 49 kilos, cuando su peso saludable eran 56. Sabía que lo que hacía estaba mal pero no podía quitarse las palabras de su madre de la cabeza.

Se suponía que su madre no estaría por varios meses pero había vuelto a casa para "formar lazos" con sus hijos ya que se dió cuenta que pasaba mucho tiempo fuera de casa. Las revistas se trataron la mentira y ahora era una motivación para el mundo.

Ahora su dieta consistía en ensaladas y malteadas que sabían a vomito, nadie  se daba cuenta de nada. Ni siquiera Leo, que se la pasaba viviendo en la cocina.

También había apartado a Jason. Él no debía enterarse de nada, debía mantener todo en secreto.

Eran casi las dos de la mañana y Piper no podía dormir, tenía hambre y mucha. Hoy solo había comido lechuga con un licuado café que no quiso saber que contenía. Dió vueltas en la cama por varios minutos pero la idea de una hamburguesa con queso y papas parecía tan tentadora que quería llorar. Al final se levantó y fue a la cocina.

Había más de las asquerosas mezclas que su mamá le daba en el refrigerador. Tomo una de un color rosado que no parecía tan asquerosa y la destapó, olía horrible pero se obligó a tomarla. El sabor no era mejor que el olor pero le quitó el hambre inmediatamente, eso pasaba cada que tomaba una.

- ¿Piper?

Leo estaba parado ahí viendo el vaso donde antes se encontraba el líquido con cara de asco.

- ¿Que es eso? Huele a patas.

- No es nada.

- ¿Te lo acabas de tomar? Se supone que cuando bajas en la madrugada a buscar comida buscas helado o palomitas, no jugo de patas.

- No sabe tan mal.

- Ni tú te la crees, McLean.

- No importa, me quita el hambre.

- ¿Sabes que puedes comer cualquier otra cosa, no?

No, no puedo

- Lo sé. Buenas noches, Leo.

Y salió de la cocina mientras escuchaba como Leo abría el refrigerador y sacaba cosas de ahí. Comida. Comida que seguro ella no podía ni ver sin que su madre saliera de algún lado y la regañara por ello.

Annabeth

Sentía que todo daba vueltas y el dolor de cabeza se estaba volviendo insoportable. Se vio al espejo del baño. Su cabello estaba en una coleta enmarañada y su piel había palidecido. Había bajado de peso pero no era porque hubiera dejado de comer, comía pero lo vomitaba todo. Su estómago no retenía la comida.

Annabeth se sentía muy cansada. Tenía sueño, no había dormido bien en los últimos días. Llevaba casi una semana encerrada en su cuarto estudiando, solo había visto a Percy unas cuantas veces en la escuela y quería salir con él pero sus calificaciones habían bajado ligeramente y sus padres se dieron cuenta de eso. Hubo gritos y miradas de decepción que Annabeth no soportaba.

Se dejó caer en el piso y cerro los ojos. Quería que todo dejara de dar vueltas y que su cabeza dejara de palpitar, pero no paraba.

"No eres suficiente"

Aprendiendo a confiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora