Cuarta parte: Perdiendo la confianza

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Leo

Nuestro latino favorito estaba acostado en su nueva cama de su nuevo "hogar". El aun no no lo sentía así, y eso lo aterraba. Los McLean lo habían adoptado oficialmente y le aterraba tener que vivir en un lugar en el que no se sentía cómodo y aún más miedo tenía de volver a escapar. Afuera la vida era cruel y una vez que te atrapaban te mandaban a los lugares más estrictos, las familias más duras que querían un niño más por dinero o porque querían un chico que trabajará. Tomo a Festus y lo abrazo. ¿Infantil? Tal vez pero su infancia no fue lo mejor así que se aferraba a él único recuerdo de la feliz época que le quedaba y era ese dragón dorado de peluche. Recordaba cada detalle del día en que lo había recibido, y cada detalle era como una aguja perforandole la piel.

Estaban en el taller de su mamá, ella ya estaba guardando todo. Hizo que Leo se pusiera ese suéter que le quedaba grande porque afuera estaba frío. Salieron de ahí tomados de la mano pero su mamá recordó que las llaves se quedaron dentro, le pidió que esperara afuera con Festus. El pequeño Leo se sentó en la banqueta y abrazo con fuerza a su dragón espero unos minutos que a su edad le parecieron horas, se empezó a preocupar. Camino a la entrada y dió unos toquesitos en la puerta transmitiendo un mensaje en código Morse. No hubo respuesta. Volvió a tocar pero el lugar estalló en llamas . Leo retrocedió en cuanto sintió el calor en su brazo, apretó a Festus aún más contra el y cerró los ojos. Estaba llorando sin darse cuenta. No los volvió a abrir hasta que estaba en un hospital donde le estaban revisando las quemaduras de su brazo.

Ese fue el día en que Leo Valdez perdió su casa, su vida como la conocía, a su única familia y más importante su confianza. Tal vez se pregunten ¿Que tiene que ver la confianza? Leo Valdez no volvió a confiar en si mismo, después de que toda su familia se negara a acogerlo comprendió que el nunca sería suficientemente bueno para nadie. Nunca. Todo lo importante para el quedó reducido a un montón de cenizas, consumido por una fuente natural incontrolable, eso que tanto amamos pero también tememos al mismo tiempo.

Piper

Su mamá estaba en casa. Y Piper detesto eso inmediatamente. Afrodita McLean, una actriz famosa conocida por su perfección física pero nadie sabía sobre su retorcida mente o la forma en la que trataba a su hija. Solo habían pasado 2 días desde el día que llegó y Piper ya estaba harta, en cuanto llego le hizo miles de preguntas a Piper sobre su vida amorosa y trato de que Leo "confiara" en ella para que le contará sus problemas. El pobre parecía bastante incómodo así que se fue con la excusa de que debía salvar al mundo en un dragón dorado volador, como si esas cosas pasaran. Su madre siempre había sido así pero subió de nivel cuando cumplió los doce.

"Debes comer menos si quieres verte como yo. Haz más ejercicio. Debes ser perfecta...como yo, hermosa.
Todos los días Piper se miraba al espejo, esperando ver a alguien que no existía. A los 14 ella ya tenía problemas alimenticios tan graves que se desmayo en un entrenamiento de porristas, otro de sus intentos por ser hermosa, popular... perfecta. Mientras estubo internada en el hospital tuvo mucho tiempo para pensar, entendió que no debía confiar en las personas para que opinaran sobre ella. No importaba si la crítica era buena o mala, también empezó a ignorar sus propios pensamientos. Empezó a hacer cosas sin pensar, se cortó el pelo en capas desiguales y lo adorno con plumas, cambio su ropa por una con un aspecto más desgastado, dejo las porristas. Cuando su cabeza pensaba demasiado en lo mismo hacia una locura como esa...llevaba mucho pensando en esto, ¡Quememos las extensiones de Afrodita!"

Tal vez Piper McLean no perdió toda su confianza en un día, tal vez quedó algo muy en el fondo que con los años se desvaneció. La belleza no es fácil, la perfección menos pero si fallas en el intento por llegar a ella las consecuencias podían ser irreparables. Podías terminar rota.

Percy

El pelinegro estrelló su cabeza contra la mesa de su escritorio en frustración. Inmediatamente se arrepintio, sintió como todo daba vueltas. Cerró los ojos y respiro. ¿Cómo había terminado así? Dicen que a veces las memorias son lo que menos queremos recordar pero igual nuestro cerebro no nos permite olvidar, en este caso el chico con pelo azabache quería olvidarse de todo pero tendría que haber algún milagro para hacerlo olvidar su vida...eso o matarlo, lo cual tampoco se podía permitir. Tal vez la vida de Jackson diera asco pero mientras su mamá estubiera ahí, el no se iría a ningún lado.

De pequeño el solía pensar que si tú eras bueno la gente seria buena contigo, tal vez eso no sea muy inteligente pero para un niño de 5 años eso tenía mucho sentido...hasta que llego Gabe y vio lo cruel que las personas eran. Sally Jackson era la persona más buena y amable del mundo y cuando vio como era tratada supo que la gente es mala, no les importa el daño que causen cuando se trate de conseguir lo que quieren. Tal vez parescan buenas personas con intenciones desinteresadas pero en realidad todos son así, al final te traicionan y ¿Que es lo peor de eso? Que viene de quién menos te los esperabas. De un amigo, de tu familia. Era mejor no confiar que sufrir las consecuencias de si hacerlo.

Percy Jackson solo se mantenía leal a una persona y era su mamá. Nadie más, ni siquiera a él mismo. Es por eso que no había salido de ese basurero o buscado ayuda o saltar de un edificio con su amigo cabra como un loco. No. El se quedaría ahí todo el tiempo que fuera necesario.

Aprendiendo a confiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora