Parte diecinueve: El amor es doblecara

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Calypso

Leo y ella estaban comiendo helado en una pequeña heladería en el centro de la ciudad. El se estaba riendo de su propio chiste y ella reía en silencio, empezaba a superar su miedo a estar entre más gente y que notaran su presencia. Con Leo era simplemente inevitable que la gente los volteada a ver, Leo siempre llamaba la atención a dónde quiera que fuera.

Los dedos de Leo rozaron los suyos, su cuerpo se tensó y los apartó. Leo no dijo nada pero repentinamente el helado se había vuelto lo mas interesante.

Esa escena se repetía una y otra vez en su cabeza mientras tocaba la puerta del departamento de la persona que había estado evitando. Odiseo abrió la puerta, tenía el pelo mojado como si se acabara de bañar y la camisa se le pagaba al cuerpo. Calypso empezó a arrepentirse pero verlo con su sonrisa narcicista la vio hizo que se quedara.

- Cal, preciosa. ¿Al fin te diste cuenta que me sigues amando?

El corazón de Calypso se encogió ante las palabras, recordando cuantas veces ella se las había dicho y el se las había dicho de vuelta sin en verdad sentir lo que ella sí sentía por él.

- No

Ella misma se sorprendió cuando las palabras salieron de su boca, como si esperaran a ser liberadas.

- ¿No? ¿Entonces a qué vienes?

- A terminar esto como debí haberlo hecho antes.

- ¿Terminar esto? Ja, sabes que no puedes. ¿No recuerdas como me insististe para que estuviéramos juntos?

- Era tonta e ingenua, pero ya no lo soy. Escape hace tres años y pensé que eso lo resolvería pero no es así. Necesito cerrar esto como se debe...

- Yo ya te supere.

- ¡Pero yo no! ¿Enserio no te importe para nada?

- Me importas, preciosa...

- ¡DEJA DE MENTIR!- el volumen de su propia voz la sorprendió pero continuó.- ¡SIMPRE ME MENTISTE! ¡Me dijiste que era mejor que lo nuestro fuera secreto! ¡Que no hablara porque a nadie le importaría lo que dijera!

Odiseo se empezó a reír lo cual hizo que Calypso se llenara de ira y algunas lagrimas de furia escaparan de sus ojos.

- ¿Y ya encontraste a alguien a quien le importara lo que decías? ¿Quién? ¿La estúpida de tu hermana? ¿O el enano de tu amigo?

La mano de Calypso se movió más rápido de lo que ninguno de los dos procesaran lo que estaba pasando.

- Me diste las reglas que tu cambiaste pero ahora no puedo seguir las correctas. ¡No puedo agarrarle la mano a un chico sin pensar que esta mal! Pensé que escapar era solución y ahora me doy cuenta que no, debía haberte enfrentado como se debía.

Odiseo solo la observó con esa estúpida sonrisa en el rostro que antes la tenía tan cegada.

- Las cosas no han cambiado, Cal. Dices que no quieres nada conmigo pero aquí estás, rogandome para que te ayude a superarme. Todo sigue igual.

Calypso no dijo más, salió de ahí. Se sentó en su carro y comenzó a llorar, dejo que toda su furia saliera. Se odiaba a si misma por haber salido corriendo, por no gritarle ni la mitad de cosas que en realidad quería, por no ser más fuerte, por esta llorando en ese momento.

Leo

Comida a las tres de la mañana era un ritual sagrado en la nueva vida de lujos que los McLean le habían regalado. Se hacía de comer varias cosas y luego se quedaba comiendo ahí mientras veía videos o Netflix en el celular.

Aprendiendo a confiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora