Capítulo 4. ¡Aborto del demonio!

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Caminaba distraída mirando la pantalla del móvil, flipando todavía con la foto que había hecho del perro y el loro a la salida del convento. Justo cuando llegué a mi portal, una voz me sacó del trance.

—¡Luisi! ¿Ya has vuelto de misa? —me preguntó Marina.

—Ja. Ja. Ja. Me parto —pronuncié con sarcasmo. —Para tu información, estás hablando con la nueva empleada de nuestro querido Señor. —Miré hacia el cielo y le mandé un beso.

—¿Qué haces?

—Saludar al jefe.

—A ver si ahora te vas a volver religiosa y me vas a levantar los domingos a las ocho para ir a rezar.

—Normalmente a esa hora aún no nos hemos acostado. Tampoco sería un gran esfuerzo.

—Podemos ir de empalmada desde Malasaña, y el vino de la Eucaristía lo llevamos nosotras.

—Y que ellas a cambio nos den de desayunar, que yo si no como algo antes de dormir, luego me muero de resaca.

—No me has traído unos huesitos de santo, Luisi. Me has fallado.

—Si ni te has dignado a darme la enhorabuena, ¡qué te voy a traer!

—¡Enhorabuena, hermana Luisi! ¿O te gusta más Sor Luisi? —dijo burlándose.

—¡Abre ya la puerta, pesada! —exclamé.

Cuando estábamos saliendo del ascensor, comenzamos a escuchar gritos que venían de nuestra casa. «Susana», dijimos las dos a la vez.

La tercera en discordia. Marina, ella y yo éramos inseparables. Le habíamos ofrecido mil veces que alquilara la otra habitación que nos quedaba libre, pero decía que pasaba. Prefería seguir viviendo con sus padres que se lo hacían todo, pero estaba en nuestro piso 24/7 cual okupa, se había traído hasta la videoconsola, cosa que yo había agradecido.

—¡Hijos de puta! ¡Salid de ahí! —gritaba mi amiga mirando la tele.

—Pero ¿qué te pasa? —pregunté mientras me sentaba a su lado en el sofá.

—¡Qué una banda enemiga nos está atacando y nos van a joder la entrega del almacén de marihuana! —gritó presionando los botones del mando de la play.

—¡Te mato! Llevamos cultivando una puta semana, tronca.

—Luisi. ¡El truco de las armas! —exclamó agobiada.

—¡Triángulo. R2. Flecha a la izquierda. X. Fecha a la derecha. Triángulo. Flecha hacia abajo. Cuadrado. L1. L1 y L1! —contesté rápidamente en el mismo tono dejándome llevar por la situación.

—Joder, ¿te lo sabes? —Me miró sorprendida.

—Tengo una memoria privilegiada —dije con suficiencia. —Dame el mando. —Se lo arrebaté de las manos.

Me estaba jodiendo el progreso de la partida.

—¡Luisi, salva la entrega!

Coloqué dos bombas adhesivas en la furgoneta que nos perseguía, me subí a la moto y mientras huía la hice saltar por los aires.

—¡Booom! —gritó Susana mientras me chocaba la mano.

—Llámame pro player.

—¿Tenéis quince años? —Marina se sentó a mi lado y me ofreció un botellín.

—He traído birras —se apresuró a decir Susana con una sonrisa.

—Es lo menos que puedes hacer. Tienes un morro...

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