Adam terminó su pasantía en la editorial que tenía vínculo con su escuela, le ofrecieron alargar su contrato pero declinó debido a que habíamos pactado que en un mes nos regresaríamos para empezar nuestra nueva vida. Me sentí un poco mal por estarlo truncando, pero él alegó que era un hombre de palabra y que tenía planes muy grandes para nosotros. Y algo dentro de mí sabía que era cierto, sabía que a su lado jamás podría faltarme nada, no solamente económica, sino mental y sentimentalmente; él se encargaría de hacerme feliz, y yo a mi modo también lo haría.
- ¿No has sabido nada de él? -preguntó como no queriendo la cosa. Mi pequeño se soltó a llorar- Hace días que has estado más callada de lo normal.
-No he sabido nada de él -afirmé- he dedicado mi tiempo a esta belleza frente a mí.
Lo que le había dicho era verdad, yo no había vuelto a tener noticias de él, de ellos, de nadie. Y se me hacía un nudo enorme en la garganta el darme cuenta que no habían hecho nada por buscarme; quizá la hija de Gabriela ya había nacido, quizá Harrick se había arrepentido de divorciarse de ella, o quizá Nathan había tomado su paternidad. Era demasiado egoísta de mi parte seguir oculta bajo las sombras, pero ya no quería seguir avanzando hacia atrás, esta vez quería andar solamente con miras hacia adelante, por los tres hombres que se habían convertido en mi apoyo, mi fuerza y mi motor para vivir.
-Debemos ponerles un nombre ya ¿no crees? -Preguntó- no es bueno eso de llamarlo bebé uno y bebé dos.
-No me he decidido aún ¿y qué hay de ti?
-Tampoco -respondió rascándose la cabeza.
-Seguirán siendo bebé uno y bebé dos -contesté sonriendo- anda pásame la toalla.
Terminamos de bañar a nuestros hijos y ambos con sumo cuidado los vestimos, éramos muy sincronizados en nuestros movimientos, y con un mes de convivencia con los pequeños, ambos habíamos tomado una práctica asombrosa. Por las noches él se levantaba para calentar las mamilas, y por las mañanas yo me encargaba de las labores del hogar. Desde que había terminado sus estudios tenía más tiempo libre y lo dedicaba a nosotros. Siempre procuraba prestarme toda la atención posible, y no hacía menos a mi hijo, lo trataba como si también fuera suyo, yo correspondía su generosidad. Cuando caía la tarde y los bebés dormían su siesta él se sentaba en el suelo junto a mí y me escuchaba contarle mi historia con Harrick.
- ¿Te enamoraste? -soltó.
-No... Yo Adam -su dedo índice en el aire me hizo callar.
-No es pregunta Zoé, es afirmación. Te enamoraste Zoé. -mis mejillas se ruborizaron.
-Sí, la verdad sí.
- ¿Por qué no lo buscas? -sugirió. Y aunque sabía que lo decía de corazón, el miedo se escondía en sus ojos; eso significaría dejarlos solos a él y a su bebé... mi bebé también.
-No tiene caso ya, además te hice una promesa y la cumpliré.
No dijo más y me ayudó a ponerme en pie, ambos caminamos lentamente hacia la habitación. Ser padre era la bendición más grande pero también la más cansada. Acomodé el edredón y los cojines, mientras él tendía la frazada cerca de la ventana, dos veces descubrí que me observaba de lejos; cada día que pasaba me arrepentía menos de haber decidido quedarme a su lado. Tomé a ambos bebés y los acomodé al centro de la cama, rodeé sus cuerpecitos con almohadas grandes y entré al baño a cambiar mi ropa por una de dormir.
-Lo que ellos no saben -dijo Adam cuando salí con mi ropa del día doblada.
- ¿Cómo? -cuestioné con asombro. Esa era la canción que Harrick cantaba aquel día en el pasillo del canal ¿Cómo lo sabía él?
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El reencuentro ©
Teen FictionCuando las cosas no van bien en el amor, dicen que la solución está en el tiempo y la distancia. ¿Será este el caso? Pudiera ser que sí, solamente que debemos ser conscientes que en ocasiones puede ser demasiado tarde para volver...