CAPÍTULO XXV

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Nos quedamos un buen rato encerradas en el vestidor, platicando con total soltura, como si de pronto fuéramos las mejores amigas. Me contó que después de enterarse de mi fallecimiento, se encerró en su habitación durante una semana, sin comer ni bañarse. Vaya que tenía fuerza de voluntad. Después decidió superarse y demostrarse a sí misma que era una persona de bien, decidió dejar la rebeldía a un lado y comenzar a ver por su futuro. Fue difícil el panorama que se abría ante sus ojos, a sus dieciséis años se encontraba sola contra el mundo. Terminó el bachiller y después de meditarlo muchas veces, optó por estudiar fotografía. Siempre había sido su pasión cuando niña y ahora que tenía la posibilidad no la dejaría escapar. Abby se hizo cargo de ella, utilizando la cuenta de ahorros que yo había predispuesto a su nombre. Harrick también se ocupó de mi hermana una vez que salió de su cautiverio.

Tiempo después un exquisito olor a carne inundó nuestras fosas nasales, sellamos nuestras confesiones con un apretón de manos y decidimos hacer borrón y cuenta nueva. Caminamos de regreso hacia la casa y ella se disculpó con Anne. Se veía que se llevaban bien, y a mí parecer, Marisun quería ver en ella la imagen materna que jamás tuvo. Me senté a un lado de Adam y observé a Edward y Harrick jugar en el agua. Logan decidió cambiarse su ropa por una más cómoda y se puso a jugar fútbol con Nathan y Lance. A mi derecha estaba sentada Samie con unas gafas tipo aviador, bronceando sus torneadas piernas. Abby pasó a mi lado y sugirió que deberíamos subir a cambiarnos por algo más fresco. Hasta el momento todo iba bien, lo único que me oprimía el corazón, era que aún no había visto a Harrick.

- ¿Vas a contarme? - preguntó la castaña como no queriendo.

-No entiendo -le dije tranquila.

- ¿Cómo lograste controlarla?

-Simplemente la dejé hablar, tenía tanto guardado.

La habitación era muy amplia, con una ventana enorme que daba una buena vista de la piscina. Dos camas matrimoniales estaban al centro cubiertas por una sábana de satén color perla. Las paredes eran en tonos claros con una línea gruesa color marrón en el borde, cortinas a juego con las sábanas y baño y regadera por separado. Era una casa completamente lujosa y muy bonita, la madre de Harrick tenía muy buen gusto.

-Supongo que tienes razón -mencionó Abby una vez que salió del baño- a Marisun le hace falta hablar y ser escuchada. El problema es que no sabe hacerlo y jamás se deja escuchar.

-Pues lo logré -me jacté orgullosa.

Ella terminó de vestirse y se despidió de mí con un amigable apretón de manos, sentía como sí hubiera querido abrazarme, pero en vez de eso, se conformó con ese gesto un tanto extraño. Subí mi valija a la cama y comencé a revisar entre mi ropa, no quería meterme a la piscina, pero definitivamente debía cambiar mis jeans por algo cómodo y menos entallado. Minutos después escuché que la puerta se abrió. Era Samie. Se había puesto un vestidito encima de su bañador y había recogido su rubio cabello en una coleta. Se sentó en la otra cama y sacó un barniz para uñas. Sabía que todos aquí veían raro el que estuviéramos aquí, lo cual me hacía sentir muy incómoda.

- ¿Podrías ayudarme? -Preguntó- No alcanzo la última uña.

Volteé a ver hacia sus pies, después a ella, y asentí. Tomé el barniz color uva y comencé a pintar su uña.

-Ya sé tú secreto -dijo sin tapujos- lo supe el día de la inauguración del restaurante de Harrick.

Dejé de hacer lo que estaba haciendo y dirigí mis ojos hacia ella. ¡¿Lo sabía?!

-Es fácil -argumentó- si se pone la debida atención, es fácil descifrarlo.

- ¿Vas a decirle a alguien -Cuestioné con miedo- sobre mi secreto?

El reencuentro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora