Destino: Pasado

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Una tarde como en cada día, un joven apuesto de más de cinco punto siete pies de altura salía del lugar de la cocina imperial. Vestía una de sus tantas túnicas perladas, cortesía de su amigo heredero al trono, su largo cabello esta vez estaba su mayor parte suelto pero sostenido por una corona de trenza alrededor de su cabeza que su cuidadora se había empeñado en hacerle.

Como era costumbre llevaba en manos un cesto lleno de postres que ese día había preparado especialmente para el hijo del emperador, añadiendo además, un corto cuchillo de cocina que le ayudaría a sorprender a su buen amigo.

La sonrisa ligera pero resplandeciente que llevaba en su rostro al caminar le daban un aire de madurez y etiqueta. Él se sentía feliz. Después de tantos años por fin se había cumplido una de sus metas.

Cuando llegó al lugar de siempre, el lugar donde cada tarde se encontraba con su mejor amigo; él estaba de pie con sus manos atrás de su espalda. Todo muy recto y elegante. Ese era el usual porte de un noble.

El joven fey lo vio llegar desde lejos gracias a su visión aguda, así que esperó paciente con una pequeña sonrisa entre sus labios.

— ¡Francisco! —mencionó a gran voz el joven sorceri agrandando su sonrisa mientras se acercaba hacia él — ya estoy aquí.

— Miguel —el heredero al trono asintió haciendo una pausa— bienvenido.

El fey elevó su mano diestra para acariciar la suave cabellera del menor. Había notado el peinado que llevaba. Se veía hermoso y adorable, así que sin ocultar sus intenciones admiró su presencia.

Ambos, como cada día al saludarse, se quedaron observando sus rostros y miradas por unos cortos segundos sin decir nada. Estaba claro para cualquiera que pudiera ser un tercero entre ellos. Había cariño, tranquilidad y amor en sus orbes.

— Oh, cierto. —dijo Miguel una vez volvió en sí— aquí traje una manta. —con ello sacó una manta blanca para extenderla sobre el suelo verdoso.

— Está bien.

Ambos tomaron posiciones sobre la manta. Sus acciones eran casi similares. Francisco por las enseñanzas de sus maestros; Miguel, por pasar mucho tiempo al lado del fey.

—Ven, toma esto. —Miguel sacó del cesto un par de panes dulces y se los entregó a su amigo. Francisco por su parte, los tomó y agradeció. —Entonces, dime Francisco... —tomó él mismo un pan dulce para sí — ¿Cómo te ha ido el día de hoy? —comenzó emocionado por escuchar el día a día del joven fey.

Francisco Livádi era un apuesto joven de 25 años, medía casi 6 pies de altura. Las facciones de cuando era niño ya habían desaparecido, ahora su rostro había cambiado un poco pero no lo esencial. Tenía un mentón recto, pómulos ligeramente elevados, labios finos y rosados, sus orbes seguían teniendo el mismo brillo azulado de antaño, su largo cabello estaba sostenido en una cola media, y su propio cuerpo se había endurecido con el pasar de los años y entrenamiento. Tenía una musculatura marcada pero no excesiva, su vestimenta seguía siendo del mismo estilo de siempre, y ahora, siempre llevaba una espada consigo a todos lados. Se podría decir que era un joven apuesto heredero al trono. El futuro emperador.

— Mmn... —el semblante de Francisco no era bueno, eso incluso pudo notarlo el sorceri que de igual manera atenuó su gran sonrisa. — siendo sincero hoy no pude hacer mucho por uno de los condenados mortales. —mencionó por lo bajo mientras miraba con un ligero ceño fruncido su pan dulce.

— Francisco... —el hechicero posó una de sus manos sobre la mano del fey en símbolo de confort.

— A pesar de todos mis esfuerzos por convencer a los funcionarios solo pude hacer que redujera su pena a uno de prisión privativa de libertad por unos 50 años, y... —hizo una pausa sin despegar la mirada de su postre— ya sabes que esos años son casi toda una vida para ellos.

Egoísmo [AU] | EcuPerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora