Tartaletas de fresa

190 29 105
                                    

Una hora antes del mediodía, Miguel se encontraba en el salón de profesores mientras revisaba algunos exámenes que había tomado en su anterior clase de hace una media hora. Su próxima clase empezaría dentro de poco; es por eso que las correcciones de los exámenes ya estaban casi listos, no es como si fuera muy difícil calificarlos. Para Miguel todo era monótono, incluso los susurros entre los profesores era algo común en la vida de Miguel.

Los docentes inmortales no se atrevían a hablar cuando el sorceri estuviere cerca, pero los mortales sí que lo hacían. Los comentarios acerca de sus habilidades, su antigüedad, misterio y apatía eran los recurrentes en ellos. Es más, desde esta mañana había escuchado los rumores de que alguien se había quedado casi todo el día del viernes esperando por él. Miguel no sabía si en realidad aquellos eran ciertos, pero si lo fueren, no había que averiguar quién era. La única persona que había intentado acercarse a él en estos siglos, no era nadie más que la reencarnación de Francisco.

"Profesor Miguel Prado, se solicita su presencia en Secretaría por favor."

Miguel se detuvo en lo que hacía al escuchar la solicitud que se había mencionado en los parlantes de la institución. Levantó la vista que anteriormente se encontraba en los exámenes que calificaba, y sin detenerse en nadie supo que los pocos profesores que se encontraban en la respectiva aula, lo estaban observando atentos indiscretamente. Guardó los exámenes en su maleta, se levantó de su asiento y dejó la maleta en su respectivo asiento; de todas maneras no es como si guardara algo importante allí.

Al llegar a Secretaría lo primero que visualizó fue al alegre chico que últimamente siempre lo molestaba. Si bien su rostro permanecía estoico mientras se acercaba, su corazón no lo hacía. Quería irse de allí.

— ¿Sí? — Sin importarle los convencionalismos, solo se dirigió a la secretaria de turno. Ni siquiera hubo una mirada para el joven humano.

—Muy buenos días, profesor Prado. Hace un momento el director me informó que el señor Burgos había sacado una cita extratemporal para conversar con usted sobre los asuntos académicos de su hermana. Por eso le he hecho llamar. —Le dedicó una ligera sonrisa, la cual no fue devuelta por el mayor. — Señor Burgos, puede acompañar al docente a un aula libre que le mostrará él mismo. —Inmediatamente se dirigió al mortal detrás del escritorio de secretaría. Mucho gusto. — Nuevamente su cordial sonrisa fue esbozada, pero esta vez dirigida hacia Francisco.

No pasaron ni tan solo un par de segundos, cuando Miguel se giró para retirarse del lugar.

—Está bien, sígame, señor Burgos.

En el transcurso de la caminata, Francisco intentó de muchas maneras entablar una conversación amistosa con Miguel; no obstante, nunca fue respondido

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En el transcurso de la caminata, Francisco intentó de muchas maneras entablar una conversación amistosa con Miguel; no obstante, nunca fue respondido. El profesor Prado con su impenetrable semblante sereno lo guió hacia uno de los primeros salones de estudio pre-universitario de la institución educativa.

Egoísmo [AU] | EcuPerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora