Cierto día, a tempranas horas del amanecer hubo un momentáneo alboroto desde la entrada del pueblo hasta la Casa Livádi. Un carruaje y algunas decenas de jinetes fueron recibidos por los ciudadanos fey y esclavos sorceri; los sirvientes y soldados de la casa imperial, a su vez, se adelantaron para darle la bienvenida al máxime líder del lugar, quien regresaba después de unos meses de constantes tratados políticos con el resto de imperios inmortales.
Como era de esperarse, el emperador fey saludó cordialmente a quienes lo esperaban en su llegada, su típica sonrisa amable era transmitida a todos por igual; no obstante, al llegar, solo tenía un pensamiento recurrente; quería ver a Miguel.
Una vez dentro del palacio, tuvo la suerte de no encontrarse con el séquito de la emperatriz y tampoco con ella; es más, ni siquiera los soldados residentes tuvieron la osadía de interrumpir su recorrido; de alguna manera, todos sabían a quien buscaba.
Miguel apenas se levantó de su letargo; pudiendo escuchar a tempranas horas que su pareja destinada había regresado; lo cual le hizo salir de su habitación apresuradamente para darle la bienvenida; fue allí cuando ambos se encontraron, en la puerta de la habitación del sorceri.
La sonrisa que Francisco obsequiaba a los demás, de inmediato fue transformada ensanchandose y llenándose de alegría sincera al ver después de tanto a su Miguel; siendo que, del mismo modo, el brillo en los orbes dorados, por primera vez en mucho tiempo, se iluminó cuál luceros del cielo, por tener a su lado a la persona que más amaba.
Ambos se sumieron en un ferviente abrazo, ante lo cual Miguel hundió su rostro en el pecho ajeno, respirando el refrescante aroma de su amado, y Francisco, después de obtener ese cariño por parte de Miguel, lo tomó del mentón y besó sus labios.
—Te he extrañado tanto, pequeño. —mencionó Francisco sin despegar su clara mirada de él — Realmente ha sido un martirio estos meses sin ti.
—Yo también, Francisco. Siempre te he esperado.
Ciertamente el aura que ellos transmitían en su reencuentro era uno lleno de amor y anhelo; por lo que, todo ese día ellos se amaron sin restricción alguna.
Al día siguiente, con la sonrisa más complacida, Miguel volteó a ver a su costado pensando en su amado emperador, no encontrándose con presencia alguna del mismo.
—Otra vez...—murmuró menguando su alegría.
Después de alistarse, bajó al tercer nivel del palacio esperando encontrarse con el noble fey, siendo que, al llegar al salón de reuniones, no solo se encontró con él, sino también con la emperatriz Lara; quien al verlo, la hostilidad relució en su mirada, sobre todo al ver, que una vez llegado, el emperador solo tenía ojos para Miguel. Lara se despidió cortésmente de Francisco y salió de la habitación sin dedicarle algún saludo o despedida al sorceri.
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Egoísmo [AU] | EcuPer
Fantasy''Solo quiero una cosa. La muerte.'' "Y yo, enmendar mis pecados.'' Después de tantos siglos de lucha, al fin, las razas inmortales y los humanos pueden convivir en paz y armonía. Ambos se rigen por las leyes del destino; esto es, su pareja destinad...