Tres mil años antes de la nueva era; doscientos, antes de la unificación de todas las razas; y doce años del nacimiento del futuro último emperador del reino fey «Livádi». Solo esos años bastaron para dar riendas a la mayor y más trágica leyenda del destino erróneo.
Después del constante entrenamiento y enseñanzas a puertas cerradas del palacio de la familia real; un joven niño con el distinguido porte de un noble, decidió tomar un paseo alrededor de su hogar, pero dentro de los confines de esa gran propiedad.
Francisco cada vez que tomaba un corto paseo, siempre lo hacía en el palacio mismo, o de vez en cuando, en los jardines que su madre amaba tanto. No obstante, esta vez, optó por ir un poco más alla de esos coloridos jardines.
La noble casa fey, tenía varias hectáreas de sembrío y de cultivo. Si bien, los fey no necesitaban alimentos para sobrevivir; los servidores del palacio, que en su mayoría eran inmortales del clan «sorceri», sí necesitaban de aquellos alimentos.
Francisco recordaba que en algunas de sus tantas clases impartidas por un anciano fey, se le había hecho saber el porqué de los sirvientes sorceri, así como también la realidad social de su pueblo con ellos.
Hace unos cientos de años, el reino fey «Livádi» tuvo algunos conflictos bélicos con muchas razas de inmortales. Como consecuencia, se dieron unificaciones con un fin en común para una mayor rapidez a la solución de aquellos conflictos.
El reino fey se unió con las valquirias y las brujas; mientras el otro bando estaba conformado por vampiros y los hechiceros «sorceri».
La victoria del primer bando, dio como efecto, el sometimiento de los vampiros por parte de las valkirias y brujas, mientras el reino fey tomaba consigo a los sorceri.
Durante muchos años, ambas razas de inmortales aprendieron a convivir una con la otra; o dicho de otra manera, todos los hechiceros sorceri tenían un collar de anulación en sus cuellos. Éstos cancelaban todo poder inmortal, para que así, no pudieran sublevarse.
Pero lo que Francisco recordaba haber visto, era que los nobles fey trataban bastante bien a sus sirvientes sorceri. Nunca vio un indicio de violencia. Todos era tratados con respeto.
El joven noble fey estaba asombrado por la variedad de frutos y verduras en los campos de cultivo. Él jamás había probado aquellos alimentos. Mentiría si decía que no tenía curiosidad; ni siquiera sabía que nombres tenían. Después de todo, aquellos conocimientos no eran relevantes para los inmortales fey.
En medio de los arbustos y árboles llenos de algún fruto rojo, Francisco percibió el más dulce aroma jamás conocido.
En un primer momento pensó que era de algún fruto cercano, esto porque se había percatado que cada sembrío tenía su propio aroma. Sin embargo, el que acababa de percibir era casi irresistible. Jamás podía dejar pasar aquel aroma.
Caminando por los arbustos, y abriéndose paso a través de los árboles y plantas, se encontró frente a frente con un pequeño niño un poco más bajo que él.
Por un par de segundos ambas miradas se encontraron, pero inmediatamente el menor bajó la suya propia, tomando con fuerza entre sus brazos, el canasto de fresas recogidas hace un instante.
El noble fey unió los cabos sueltos. El dulce aroma provenía de esa dirección. Su mirada no se podía apartar de aquella desconocida figura. Y a su mente solo le llegaban unos suaves pero firmes susurros, que decían «destino».
Francisco ladeó su cabeza con incertidumbre, y no hizo más que acercarse con la duda y anhelo latente. Con cada paso dado, el aroma que le susurraba «destino», se hacía más fuerte. Efectivamente provenían de esa persona.
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Egoísmo [AU] | EcuPer
Fantasy''Solo quiero una cosa. La muerte.'' "Y yo, enmendar mis pecados.'' Después de tantos siglos de lucha, al fin, las razas inmortales y los humanos pueden convivir en paz y armonía. Ambos se rigen por las leyes del destino; esto es, su pareja destinad...