La esperanza es lo último que se pierde

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El sábado por la mañana, con un mejor humor que el recurrente, Francisco abrió su local de pasteles antes que llegaran sus trabajadores a cumplir su jornada laboral. El joven mortal seleccionó alguna que otra canción en su dispositivo móvil; y con la suave melodía acompañando su mañana, empezó a limpiar las vitrinas y mesas.

Estos últimos días habían sido los mejores para Francisco. Su negocio prosperaba cada día más, sus hermanas le ayudaban en lo que podían con las tareas del hogar, sus nuevas creaciones resultaban delicias para el paladar de inmortales; y mejor aún, estaba teniendo cada vez más contacto con Miguel.

Desde el día en que el hechicero visitó por primera vez su local; las veces en que se encontraban o éste le visitaba, habían aumentado. Para Francisco esa era una buena señal. La brecha que los separaba en un inicio, poco a poco se iba desapareciendo. Nada podía ser mejor que eso. Creía fervientemente que el destino estaba de su lado; no podía pedir mejor compañero de vida.

El tintineo indicando que alguien había entrado a su pastelería sonó, y trajo consigo la presencia que incluso añoraba en sueños.

—Mi... —negó—Profesor Prado. —sin poder evitarlo su mirada se iluminó ante su llegada.

—Buenos días. 

Francisco no estaba muy seguro, pero creía haber visto el esbozo de una sonrisa.

—Salgamos a pasear. —sin embargo, Miguel continuó.

Efectivamente era un milagro, o el mejor sueño en la vida.

Después de dejar a cargo de su negocio a sus empleados, Francisco, sus dos hermanas y Miguel fueron -con algunas cosas empacadas por el joven humano- a tener un día de picnic en la playa

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Después de dejar a cargo de su negocio a sus empleados, Francisco, sus dos hermanas y Miguel fueron -con algunas cosas empacadas por el joven humano- a tener un día de picnic en la playa.

Las más emocionadas sin duda eran las pequeñas hermanas de Francisco; hablaban sin césar durante todo el camino, tomaron fotos del paisaje constantemente; y de una manera estratégica se adelantaban para darles su espacio a los mayores.

En un primer momento, Francisco no ordenaba sus palabras para tener una correcta conversación con Miguel; aún seguía asombrado por el cambio de actitud repentina del sorceri con él. De hecho, en ocasiones, se pellizcaba disimuladamente el brazo para comprobar que aquello no fuera un sueño; y cada vez que confirmaba que no era así soltaba un suspiro aliviado.

—¿Cómo has estado? 

—¿Desde cuando se quedaron huérfanos? —mencionó Miguel a la misma vez que habló Francisco.

El joven Burgos deseaba formular una pregunta adecuada pero no entrometida. Quería saber por qué de pronto les invitó a salir, pero a su vez, no quería que Miguel se arrepintiera de su decisión y decida dejarlos. Muy por el contrario, el hechicero no conocía sobre la actual imprudencia; así que mirando a las dos pequeñas niñas corretear el campo arenoso y pensando en la posible vida que Francisco había tenido en esta época, le preguntó para indagar más.

Egoísmo [AU] | EcuPerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora