Encierro

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Miguel gritó su nombre varias veces pero no obtuvo ninguna respuesta por parte de Francisco, asimismo trató de razonar con los guardias que le impedían salir, pero ellos jamás desobedecerían las órdenes directas de su emperador, así que sus solicitudes fueron denegadas, inclusive buscó alguna manera de salir de su habitación, pero era casi imposible, él se encontraba en el cuarto nivel de aquel palacio, la altura era mucha para saltar.

Miguel se la pasó el resto de la noche sentado en un rincón de su habitación con el rostro enterrado en sus rodillas.  A la mañana siguiente, uno de los guardias le entregó un plato de comida , mas cuando el sorceri quiso volver a convencerlos, éstos ni siquiera le prestaron atención, cerrando de nuevo las puertas.

Cada día después de ese, era similar, él no salía de su habitación en ningún momento, le traían comidas, agua en grandes jarrones para su aseo, y jarrones pequeños para sus necesidades. Realmente su pareja destinada lo había confinado para no encontrarse con Cadeon.

Un par de semanas pasaron en donde Miguel no tenía mayor compañía que a sí mismo, a veces lloraba, otras se lamentaba por ser el culpable del sufrimiento de Francisco, y muchas otras veces veía su ventana sintiéndose más valiente de saltar. Él, ni tan solo un día de su vida, había sido encarcelado, ni cuando fue sirviente del palacio, esto en cambio, era tan deprimente.

Francisco se había ido a otro de sus viajes el día después de aprisionar a Miguel, y hasta ahora no regresaba ni le mostraba alguna benevolencia. Miguel esperaba el día de su llegada, no por emoción, sino porque quería arreglar sus problemas y convencerlo que las medidas que utilizaba no eran las correctas. Esa era su única esperanza, después de todo no podía ver a nadie más que a Francisco, era una pequeña luz para ser libre.

Al ocultarse el sol, un Miguel quien tarareaba una melodía en su nuevo lugar constante de reflexión, el rincón de su habitación, escuchó el sonido del choque de un metal con piedras, tan cerca de él, que pudo advertir que algo estaba sucediendo af...

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Al ocultarse el sol, un Miguel quien tarareaba una melodía en su nuevo lugar constante de reflexión, el rincón de su habitación, escuchó el sonido del choque de un metal con piedras, tan cerca de él, que pudo advertir que algo estaba sucediendo afuera. Al levantarse y acercarse a la ventana, vio como su más fiel amigo escalaba las paredes hasta llegar a su habitación.

— ¡Cadeon! ¿Cómo? ¿Qué haces aquí? —susurró para no ser escuchado por los guardias.

Éste le recibió con una sonrisa de oreja a oreja, compartiéndole calma y satisfacción por volverlo a ver.

— Me alegra llegar a ti. —también le susurró con un poco de cansancio, acomodándose en la habitación de Miguel.

Miguel pestañeó repetidamente sin decir nada.

Cadeon suspiró.

— Durante las semanas que no te vi, me preocupé por ti, porque ya habíamos arreglado nuestros problemas, así que no había manera que te distanciaras de nuevo por ti mismo. Pregunté y escuché rumores de que te habían encerrado. Averigüé lo que pude, incluido la ubicación de tu habitación, y aquí me tienes, tratando de rescatarte. —hizo una corta pausa— Te extrañé mucho, Miguel.

Egoísmo [AU] | EcuPerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora