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Capítulo dedicado a KhylAnderson ❤

El príncipe de South Rednett

Astra

—No puedes ir —dijo Jaxon en tono irrefutable.

Estábamos tomando el desayuno y la respuesta de mi hermano nos puso a todos en tensión.

—¿Y qué pretendes que haga, que me quede aquí esperando a que Wex quiera pegarme una nueva visita?

Sentí la mano de mi madre sobre la mía.

—Astra, tu hermano tiene razón. Esperemos un poco, aún queda un par de días para el registro en Arcadis y tal vez cambiará de opinión.

Me costaba creer que me estuviera hablando en serio. ¿De verdad pensaban que una persona como Wex Riker se retractaría? Si había enviado a sus matones a nuestra casa a dar una orden, era porque había pensado en ello durante días. Era un hombre premeditado, no hacía las cosas solo porque sí.

—¿Cómo puedes pensar eso después de lo de papá? —Cuando mencioné a papá, su semblante cambió a uno triste. Luego miré a mi hermano y señalé su pierna. Mejor dicho, su prótesis—. ¿O después de lo que hicieron con Jaxon? Te aseguro que no les importó el tema de su pierna cuando lo molieron a golpes anoche, a pesar de que eso es culpa de ellos.

Wex había obligado a mi padre y a mi hermano a participar en Arcadis —en años diferentes, por supuesto—. Papá apenas logró pasar la primera fase supervivencia y regresó a casa sin ninguna recompensa y sin un ojo. Jaxon por lo menos llegó a la primera ronda de equipos, pero no logró nada allí. Regresó a casa sin premio, sin patrocinantes, y sin una pierna.

Por supuesto que a Wex no le importó que los mutilaran. Al contrario, él era el único ganador en la situación: si ellos ganaban el campeonato, se quedaba con el premio; si volvían a casa sin nada, debían seguir trabajando para pagar su deuda por los siguientes años; y si morían en el juego, entonces la familia que les debía el dinero quedaba atada a él de por vida pagándole una deuda infinita.

—Iré a hablar con Wex —decreté, poniéndome de pie—. Si de todas formas su orden es que vaya a los juegos, no pierdo nada con ver si puedo negociar algo de nuestra deuda.

—¿Negociar? —repitió Jaxon, casi en tono de burla—. No seas estúpida, Astra. Con Wex no es posible negociar. Te matará por siquiera intentarlo. No irás.

Dejé mi plato en el fregadero y miré a mi hermano con el ceño fruncido.

—El premio es un millón de fichas por campeón, no creo que quiera matar a ninguno de sus posibles participantes. Y la próxima vez que vuelvas a llamarme «estúpida» lanzaré tu prótesis al río.

Jaxon se levantó y me observó, todavía molesto. Cuando notó la determinación en mi expresión y se dio cuenta de que no cedería, se suavizó un poco. Caminó hasta mí, llevó una mano a mi mejilla y pude intuir lo que estaba pasando por su cabeza. Porque fue lo mismo que pasó por la mía cuando a él le tocó ir a los juegos.

—No sé si es que todavía te veo como una niña, pero no quiero que participes en Arcadis —confesó en voz baja—. Si pudiera ir en tu lugar, créeme que lo haría. Pero jamás me tomarían de vuelta mientras me falte una pierna.

La mitad de su rostro se encontraba inflamada, morada y con cicatrices, debido a los golpes que había recibido. Una parte de mí no quería pensar que era mi culpa por no haber estado en casa. Pero lo cierto era que, aunque hubiera estado la noche anterior, probablemente le hubieran hecho el mismo daño.

Arcadis: El juego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora