22: El poder del Alcohol

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Rumbo a la mesa, justamente estaban los líderes jugando con polvos de colores; Jacob y Patrick se dibujaban mutuamente unos corazones mientras discutían sobre sus escasos dotes artísticos. Mientras los gemelos debatían cuál color sentaba mejor con sus ojos, cosa extraña desde mi perspectiva, ya que cualquier color les quedaría bien...

Ian y Uriel en cambio, estaban en otra sintonía, platicaban amenamente, prácticamente lejanos, inalcanzables, con sus semblantes cargados de seriedad, Ian con su cabello rubio platino, gafas y piel tan blanca como el papel daba un aire de misterio, dan la impresión de que en su conversación solo existen temas de suma importancia, me parece gracioso, los imagino discutiendo sobre las formas de frenar una guerra entre países, impedir una guerra mundial, viajar al espacio, crear armas nucleares, conocer el mar completamente, crear casas bajo el mar, crear una nueva civilización bajo el mar, casarse bajo el mar... bueno esa última es una tontería.

Al acercarnos Haru tenía toda la razón, Harold moría por hacerse uno de los tatuajes fosforescentes. Ambos fueron en busca de la persona que los hacían, debo confesar que esa pareja es muy interesante. Haru aparenta una ser una mujer algo sería, observadora y a su vez amable, cuando habla con Harold se nota como se complementan, ella cede a las invenciones de él, a lo lejos los veo sonreír con complicidad, sus ojos negros que parecen adivinar todo lo que vas a decir, brillan.

Dicen que si puedes darte cuenta de que alguien está enamorado, es porque tú haz vivido algo similar, es decir, te debiste enamorar en algún momento de la vida.

Me persigue la desgracia.

Fastidiada, decidí alejarme, aunque he de felicitarme, la razón de mi enamoramiento repentino e inestable estaba alrededor. Y yo actuaba con prudencia, veo el confeti imaginario bajando desde el cielo encima de mi como símbolo de recompensa.

Sí, eso me haría muy felíz.

Noto como me observan algunas personas de reojo, pero nada importante, desvían la mirada con desinterés, y es que nadie se muestra con la suficiente curiosidad como para preguntar quién soy, por qué los recibí, por qué salí junto con Uriel a presentar a la quinceañera en vez de sus presumidos padres que están decidiendo si estar cómodos con la fiesta o indignados, supongo que las joyas no los dejan tomar la decisión en paz. En fin, soy un cero a la izquierda.

Me abro paso llegando a una mesa que está al final de la sala, es pequeña y dedicada a los empleados, sin embargo se encuentra vacía, ya que están trabajando duro. Parece que a está pequeña esquina no llega todo el ruido que hace el dj junto a los jóvenes saltando y cantando, es sencillamente un poco silencioso y más oscuro, pues el piso con diseños fluorescentes y las sillas iguales no llegan hasta aquí promoviendo como dije antes, la oscuridad.

Coloco ambas manos sobre la mesa, las cuales sostienen mi rostro. Llevo unos diez minutos así, hasta que empecé a cerrar los ojos. Intentando dejar mi mente en blanco.

—No sé qué me gusta más, tu rostro de relajación en medio de la fiesta o la fiesta —quizás diría que mi rostro, pero conociendo sus dotes de rechazo, iría por la segunda opción.

—Ya debés saber la respuesta, —abrí mis ojos para observarlo— amenos que también te mientas a ti mismo.— Lo miraba desafiante, sí, yo no olvido. Soy una rencorosa.

—Sí, bueno... de eso vamos a hablar está noche... —dice, aunque parece como si se estuviera preparando para esa conversación.

—No es necesario, lo olvidaré, —mentiras— seré igual a ti.

—Me parece un trabajo difícil —contesta ahora sentado junto a mi. Solté una pequeña risa sin una pizca de gracia. Eso saca una sonrisa de sus labios que lastimosamente pude percibir pese a la oscuridad.— Te ves hermosa Pilar Baen.

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