7: La misión

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Él señor guardaespaldas. Me ofreció una mirada de extrañes.

—Nos dicen Sede A, porque estamos en América. No tenemos un nombre. Ni dirección para ser sincero con usted.

—Entonces los de Europa son Sede E, ¿cierto?— No es muy creativo.

—Así es.— Estira su mano para ver el reloj. Estará ansioso por irse.

—¿Por qué no tienen una dirección? No creo que trabajen en una calle o parque.

—Claro que no, sería imposible.

—Ves, lo mismo pienso. ¿Dónde se ubican entonces?— Suéltalo... suéltalo...

—¿Uriel no le dijo?— ¿De nuevo? Primero Jacob y ahora este. Es como si todos se hubieran arreglado para hacerme fracasar en mi propósito de saber la verdad.

—¿Seguro no eres un delincuente? Te estás contradiciendo. Primero que no tienen dirección y segundo que no trabajan en la calle. No me fío de ti. Llamaré a Uriel.—,

Hago un gesto de disgusto sacando mi teléfono celular del bolsillo. Su rostro palidece. Y coloca ambas manos delante de mi abriendo sus palmas. Funciono.

—Espera, espera, te diré, pero no lo llames.— Estoy emocionada, por fin sabré en que trabaja Uriel, quiero darle las gracias a este tipo.

—Te escucho entonces, pero no intentes engañarme.— Muevo el teléfono en señal de advertencia.

—La ubicación del edificio no está en...—
Lo frenó.

—Espera, siéntate primero.— Acomodó la silla a mi lado. Quiero que mi guardaespaldas favorito esté algo cómodo.

—No está bien visto señorita, sigo en horas de trabajo.— Se excusa, pero vuelvo a agitar el apartado electrónico de comunicación internacional en mis manos y se sienta velozmente. Uff me siento poderosa.— Como iba diciendo... no podrían ni encontrarnos en GPS, es completamente secreto. Estamos a las afuera de la ciudad, así que podría imaginarse cuán lejos está. Es un terreno amplió cerca del bosque de...—
Paro de hablar, porque un taxi se estaciono frente a mi casa. Bufe, es mamá.

—Buenas noches ¿tu conocés a Uriel cierto?

—Sí señora— se levanta de la silla y yo ruedo mis ojos.

—Un gustó querido, soy Amanda Russo.— Ambos se dieron la mano en modo de saludó. Yo vuelvo a rodar mis ojos. No puede estar pasando.

—El gusto es mío— vuelve a aparecer otro auto, de éste bajaron tres hombres altos, los que reemplazaran a mi guardaespaldas definitivamente.— Debo irme, que tengan linda noche.

Prácticamente huye de aquí. Saluda a sus compañeros, se sube a un auto, que estaba a unas cuantas casas antes de donde vivo y se va. Los otros tres nos saludan con un "buenas noches" y vuelven al auto, ahora estacionado frente a mi casa.

—Ahí va mi guardaespaldas favorito.—
Me desplome prácticamente en la silla.

—Es una pena cariño, si es para ti, volverá a ti. Ahora entremos, tengo frío y mucho sueño. Tengo unos días libres y necesitamos planificarnos.


Los días con Amanda Russo

Los días con mamá son fantásticos. Fuimos al cine por dos días seguidos, nos mandaban a callar cada 10 minutos. Decidimos ver películas de terror, pero mamá sacaba el lado gracioso de todo. Era inevitable no reír.

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