32: El maldito cielo

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Uriel Wilson

Pilar y Paula estaban abrazadas con dos botellas de alcohol. La primera frunce los labios al no poder contarnos. La segunda está apunto de llorar. Y yo estoy aquí, preguntándome cómo diablos llegaron a ese estado.

—Bebe, por qué no me quieres dar besitos. —Paula le pregunta a Jacob acercándose a este de manera lenta y con ojos llorosos. Por la cara que puso sé que quiere matarse en este mismo segundo, no esperaba tal conducta de ella, ni yo lo hacía. Normalmente él es quien suele coquetear primero, tener el control, pero ahora la pelinegra tomo iniciativa, mi amigo debe estar descolocado.

Patrick y Harold no dejaban de reír. Y es que es una escena indescriptible. Él intenta calmarla atrayéndola a su pecho para que deje de llorar. Susurrándole cosas inaudibles, pero Paula no entiende el contexto y alza la voz cada vez que habla.

—No, quiero que me des besitos ya mismo.

—Paula por favor, ven te llevo a casa. —Jacob intenta tirar de su brazo por el pasillo, pero ella está aferrada a la idea de darnos un espectáculo.

—De aquí no me muevo hasta que mi bebé me de un besito.

Sí, está pálido.

Todos decidimos irnos, nuestra presencia sobraba aunque fuera divertido. Hale del brazo de Pilar que insistía en contar a no sé que Arcángeles.

—¿Me vas a llevar al cielo?— denota curiosidad en sus ojos. ¿Qué más quisiera?

—No creo. —Conteste, su pregunta me causa gracia, se ve adorable y dulce comportándose así.

—¿Cómo es el cielo de dónde viniste? No se lo diré a nadie —pregunta con un bajo tono de voz.

—No he venido del cielo. —Frunce el ceño. Esa noticia parece sorprenderla.

—Pero te llamas Uriel. — No da crédito a que yo no venga del cielo.

—Sí, me llamo Uriel. —Respondí, abriendo la puerta de mi oficina, tirando de su mano, ella observó todo en medio de la oscuridad, parece perdida y extrañada. Definitivamente, Pilar no debe volver a beber.

—Uriel, vienes del cielo, con Dios. —Asegura. Mientras entramos a mi habitación, enciendo las luces, buscando las llaves del auto para llevarla a casa.

—¿Qué pasará si te digo que vengo del cielo? —pregunte al ver tanta seguridad en ella.

—Quiero que me beses para ver cómo lo hace un Arcángel. —Denotaba seguridad, tiene el cabello suelto con esos rizos rebeldes parece que fue a una fiesta, sus zapatillas son las que usa para hacer ejercicio y esa ropa se nota que no es su talla, incluso sé que no está en su guardarropa, pero me deja ver esas piernas. Que me tienen atado. ¿No tendrá frío? Creo que pocas veces la he visto con tan poca ropa.

Observó las ansias en sus ojos, y me acerco a ella. Parece esperar el beso, haciéndome sonreír, al estar enfrente le susurro.

—¿Quieres saber un secreto? —extiendo mi mano por uno de los rizos que están tapando aquel rostro que espere ver por tanto tiempo. Abre los ojos expectante causando que mi sonrisa sea más notoria.

—Obvio —murmura.

—A los Arcángeles no nos gustan las chicas borrachas. —En un principio abre un poco la boca en modo de sorpresa, luego frunce el ceño y se cruza de brazos. Que bien se ve el inicio de sus pechos en esa posición.

—No estoy borracha. Solo bebí un poquitito. —Dice con seguridad, haciendo una señal con dos dedos para indicar cuanto bebió, y dudo que esa cantidad la haga contar angeles.

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