¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
capítulo veintisiete ¿el mundo de izzy...?
$$
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
JJ Maybank siempre había sabido quién era. Su padre se había empeñado en recordárselo cada vez que podía. Era el hijo de su madre, como le llamaba su padre, pero para todos los demás era el niño de su padre y sólo suyo. Pero para Luke Maybank, su hijo estaba esperando la oportunidad para dejarlo atrás, obligado a cuidar de sí mismo igual que su mujer lo había dejado años atrás. JJ era igual que ella. Lleno del sueño de salir de aquella isla maldita, pero a diferencia de su madre, JJ sabía en el fondo que nunca abandonaría Outer Banks. Nunca dejaría el Cut. Llevaba en la sangre quedarse allí, dejando que el mundo le endilgara crimen tras crimen. Así era JJ Maybank en realidad: el hijo de su padre. Era sólo cuestión de tiempo que hiciera honor a su nombre.
Trató de aferrarse a la creencia de que podía ser diferente. Intentó escuchar las palabras de Izzy y reconocer que él era su propia persona, no el hijo pródigo de su padre, pero no pudo escapar de su propia carne y sangre. Al fin y al cabo, la sangre era más espesa que el agua y, en el fondo, lo único que el chico quería era enorgullecer a su padre. Rápidamente se dio cuenta de que eso nunca iba a suceder, sobre todo después de seguir adelante con su plan y robar la posesión más preciada de su padre: su barco.
(Es curioso cómo un estúpido barco significaba más para el hombre que el bienestar de su propio hijo, pero ese era otro tema en el que JJ Maybank no quería ni tenía tiempo de profundizar por el momento. (Vuelve dentro de dos o tres días laborables y tal vez esté dispuesto a hablar de ello entonces.))
Pero en fin... No importaba cuántas veces Izzy Windsor le agarrara por la cara, le mirara a los ojos y le dijera que podía romper el ciclo, que podía labrarse un futuro que no acabara con él mirando el fondo de una botella de cerveza vacía... No podía creerla del todo. Quería esperanza. Quería creer que no acabaría exactamente igual que su padre, pero a medida que envejecía, se daba cuenta de que tal vez eso nunca ocurriría. Porque, en realidad, en el debate de la naturaleza contra la crianza, JJ Maybank estaba jodido de cualquier manera.
