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capítulo tres ¿te sientes sostenida por él?
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Las estrellas hacían a Izzy sentir. Sí, sentía en la vida diaria. Era humana, después de todo. Pero las estrellas parpadeando en la noche siempre la hacían sentir más. Se sentía a salvo con ellas colgando por sobre su cabeza, titilando en la oscuridad.
Cada vez que Izzy miraba el cielo y veía las estrellas observándola, se percataba que el universo era enorme. Vivía en Carolina del Norte en la Tierra, que era solo uno de los ocho planetas (nueve si contabas Plutón, lo que Izzy hacía) en su sistema solar, más las muchas lunas y el sol. Ella solo era una persona en el universo. Una partícula, prácticamente nada, y aquella idea la hacía sentirse mucho mejor cuando comenzaba a sentir lástima por sí misma. Porque cuando observaba el cielo oscuro, las estrellas la hacían sentir que sus problemas eran pequeños, casi inexistentes. Le gustaba la sensación de que solo era una partícula, no una niña rica con una madre muerta y demasiadas emociones para controlar.
Más tarde esa noche, mientras la luna comenzaba a tomar su lugar en el cielo, la playa fue consumida por una sábana de oscuridad adornada con las cosas que Izzy amaba más en su vida – las estrellas. La única fuente de luz provenía de la pequeña fogata en el centro de la playa, con cuerpos cálidos a su alrededor mientras bebían de sus vasos rojos de plástico y conversaban entre ellos. Izzy se encontraba a un lado del grupo de personas. No se había percatado de cuánto tiempo había pasado desde que había llegado al Boneyard horas atrás hasta que miró al cielo y vio las estrellas parpadeando. Las estrellas le decían que volviera a casa, pero Izzy solo las siguió observando, preguntándose cuándo uno de sus amigos vendría a buscarla y a forzarla a retirarse a su auto. Pero hasta entonces, ella permaneció observando las estrellas, deseando estar en cualquier lugar excepto allí, atrapada en la aburrida Carolina del Norte.
