Nunca había esperado la noche con tanta impaciencia como este día, la mocita podía tratar de engañarme, pero yo ya había visto todos los signos. Había visto cómo su respiración se aceleraba o se entrecortaba cada vez que la tocaba, cómo sus labios se abrían en una muda invitación para que me adueñara de su boca cuando la besada, cómo su pulso se disparaba en mi presencia y cómo sus ojos se oscurecían cuando me miraba pensando que no le estaba prestando atención.
Durante la cena había conversado y conversado tratando de alargar la hora de ir a mi habitación sin duda alguna. La escuché conversar de temas triviales, pero podía ver que su mente estaba en otra cosa, seguramente en cómo escapar de su promesa y no compartir mi lecho.
Pero, una promesa era una promesa y las damas siempre cumplen sus promesas.
Mi mirada se perdió por unos instantes, preguntándome por qué me sentía de manera tan peculiar desde que ella entró a mi vida, deseando su compañía y su cuerpo en cada instante consciente y plagando mis sueños mientras dormía.
-¿Me tomará por la fuerza, señor?.—Me miró con frialdad sacándome de mi meditación. Por lo visto había terminado de andar dándole vueltas al asunto y decidió tomar las cartas en sus manos.
La contemplé impasible por unos cuantos minutos, disfrutando ante su creciente intranquilidad y de cómo cambiaba de posición en su asiento constantemente bajo mi escrutinio.
-Si te tomo esta noche, créeme que no será por la fuerza.— Se quedó pensativa durante unos minutos para levantarse sin decir una sola palabra y retirarse del comedor haciéndome una pequeña reverencia.
Su reacción me extrañó pero después de todo, ella siempre me intrigaba. No tenía ni idea de lo que podía pasar en su cabeza, no podía analizar su forma de ser para prever sus reacciones como solía hacer con las demás personas.
Mecí mis cabellos y que quedé pensando mi siguiente acción. Me debatía entre dejarla dormir en otra habitación y reclamar mis derechos por el pacto roto. No fué hasta que los sirvientes empezaron a recoger la mesa que tomé una decisión.
Caminé despacio dejando que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad ya que no me molesté en siquiera tomar una vela para alumbrar mi camino. Subí las escaleras con paso pesado, no podía creer que después de haberla acorralado la iba a dejar escapar. Suspiré frustrado considerándome un idiota por empezar a tener remordimientos por no tener pensamientos dignos de un caballero en lo que se refería a ella.
La mocita sería mi esposa en menos de una quincena, no es como si estuviésemos teniendo un revolcón en el pasto para luego seguir cada uno por su lado.
Suspiré pesadamente, estaba indeciso sobre el camino que debía tomar.
Abrí la puerta de mi habitación sabiendo que la encontraría vacía, ella no vendría a mí por voluntad propia y yo tendría que forzar mi mano para hacerla cumplir con su palabra y tenerla en mi cama antes de la noche de boda.
Me lancé sobre la cama y me quedé mirando el tapizado superior, debí haberme quedado absorto ya que no escuché cuando la puerta se abrió, pero sí el repentino brillo que iluminó las penumbras lo que me hizo girar mi cabeza para encontrarme con Catherina parada en medio de la habitación sosteniendo un candelabro. Parecía una hermosa aparición.
Salté de la cama como si hubiera sido impulsado por una fuerza invisible y me detuve a unos pasos de ella inseguro sobre qué hacer. Me sentí tan perdido como el niño que una vez fué olvidado en una tienda de Londres porque sus padres ni siquiera pudieron recordar que lo llevaron consigo.
Fijé mi vista en sus ojos para alejar los recuerdos que amenazaban con arremolinarse en mi mente.
La brujita volvía a tener ese porte imperial y sus ojos me dejaban ver que estaba determinada a lo que sea que fuera lo que viniera a decirme.
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Flor Salvaje
Teen FictionEres mi prometida deberías actuar como tal.-Escuché aquellas duras palabras salir de sus labios cargadas de enojo y frustración pero dentro de mi sabía como podía manejar esto. ¿Oh en serio? Noticia de última hora "Su majestad" no soy ni pretenderé...