Capítulo 22

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Llegamos a Londres bajo el amparo de la noche, en cuanto entramos a casa puse al tanto a mis más fieles lacayos de la situación haciendo que la seguridad en la casa se incrementara, no habría ninguna ventana abierta, nadie entraría o saldría de ella sin el conocimiento de Peter y yo me encargaría de no perderla de vista.

La ancestral casa estaba mejor equipada para su protección que mi pabellón, mis ancestros habían construido pasajes de escape y pasadizos que permitían moverse de un lado a otro de la casa, pasadizos que solo los duques Callen o el heredero conocían, era uno de los secretos mejor guardados ni siquiera los segundos hijos tenían conocimiento de esto.

-Trata de descansar.—enmarqué su bello rostro con mis manos, podía notar la fatiga y el desasosiego en sus castaños ojos.—Eres una buena persona y no es tu culpa que te hayan tocado las malas cartas, pero tienes la responsabilidad contigo misma de lidiar con ellas, de no dejar que te atormenten y yo tengo la responsabilidad de hacer que nada de esto te vuelva a tocar.

Sus brazos se aferraron a mi espalda y me aferré a ella haciendo que su mejilla reposara sobre mi pecho. Pasamos los siguientes minutos abrazados sin decir nada hasta que se puso de puntillas solicitándome silenciosamente un beso el cual no profundicé. En estos momentos no quería hacer otra cosa que perderme en el cuerpo de mi esposa, pero no tenía tiempo que perder.

Tiré la cuerda para llamar a la muchacha que se encargaría de servirle para que la ayudara a alistarse para la cama y nos trajese algo ligero de comer. Ignoré el rubor que cubrió las mejillas de la muchacha cuando comprendió que Catherina y yo compartiríamos el lecho, algo que es poco visto y entre mis pares, cuando la norma general es que la señora de la casa reciba en sus aposentos a su esposo.

Dejé a mi bruja pelirroja en nuestra habitación con su mucama después de asegurar las ventanas y correr las cortinas antes de incrementar la iluminación y me dispuse a componer una misiva urgente en la que le solicitaba una audiencia a mi primo, el rey, quería que me ayudara a deslindar la maraña que rodeaba la existencia de mi esposa y que nos otorgara su protección.

En cuanto la tinta se secó llamé a Peter para que la entregaran sin dilación no tomé en consideración la hora hasta que se anunció que eran pasadas las 3 de la madrugada, pero tenía la confianza que Peter conseguiría que mi primo recibiría mi misiva antes de su desayuno y que Alistair no dudaría en brindarme una audiencia. Mi primo es un buen soberano y las intrigas de palacio lo mantienen entretenido, pero no lo suficiente como para no querer desenmarañar una intriga tan interesante como la que representaba la que envolvía a mi esposa.

Fuí a la esquina de mi oficina en donde estaba el gabinete de las bebidas y me serví lo más fuerte que encontré. Observé el líquido color ámbar moverse mientras mi mente vagaba por los posibles escenarios.

Alguien tenía todas las intenciones de hacer desaparecer a mi esposa desde hace años, desde que era una niña, pero ¿por qué?

Su padre había mantenido el rumor de que su hija estaba recluida en un convento esperando la mayoría de edad al verse afectada por la muerte de su madre siendo una niña. Si en realidad la consideraba muerta al igual que a su difunta esposa, entonces ¿por qué mantuvo esa farsa?

Jalé mis cabellos y apuré mi bebida, a este paso perdería mi cabello y necesitaba las pocas horas de descanso que me quedaban antes de que despuntara el alba. Tomé uno de los candelabros que iluminaban la oficina y me encaminé a mi habitación. Mis pasos eran pesados mientras subía las escaleras, pero sabía que al menos encontraría paz en los brazos de mi esposa. En cuanto abrí la puerta pude ver en la penumbra su silueta recortada bajo las sábanas, me desvestí con premura tratando de hacer el menor ruido posible. Dejé escapar un suspiro de satisfacción cuando me deslicé entre las sabanas y mi esposa se acurró a mi lado.

Flor Salvaje Donde viven las historias. Descúbrelo ahora