Me quedé mirando el gobelino que estaba colgado sobre la vitrina en el comedor, tratando de entender cómo esa mocita había conseguido echarme de mi propia habitación en menos de veinticuatro horas. Aunque debería reconocer que su temple y carácter era lo que hacía que mi rostro se iluminara con una sonrisa.
No mataría su espíritu, pero la dejaría creer durante un tiempo que ella tenía el sartén por el mango antes de demostrarle que yo debía completar obediencia. Sólo recordar la desfachatez con la que me indició que me enseñaría a seguir órdenes me hacía querer zurrarla hasta que entendiera que quien era de origen noble era yo y no ella, por lo que las órdenes que se tenían que seguir eran las mías.
Sin embargo al volver a mirarla mientras comía, no podía evitar preguntarme ¿quién era en realidad esta muchacha? Definitivamente no era una plebeya, podría haber pertenecido a la alta burguesía o ser la hija bastarda de algún lord, aunque eso era poco probable ya que los bastardos eran marginados y no gozaban de la educación que ella parecía poseer.
Sus modales en la mesa eran impecables, a pesar de que ayer comió con tal premura que pareciera como si no hubiera probado una buena comida en mucho tiempo.
Si. Definitivamente no podía ser la bastarda de un lord, pero entonces ¿quién era?
En verdad no lograba entenderla, era suave y delicada como una flor, pero tenía más cardos que una rosa salvaje cuando así lo quería.
Tendría que moverme con cuidado y ganarme su confianza para que se abriese a mí y me contara sus secretos, que apoyase su cabeza sobre mi hombro y me contara todo lo que anhelaba su corazón para que yo me encargara de dárselo.
Buen Dios, cómo deseaba volver a sentir su delicado peso sobre mi cuerpo, acariciar sus mejillas, colocar detrás de sus orejas los rebeldes mechones que se escapaban de su modesto recogido, aspirar su suave aroma, probar la miel de sus labios y deslizarme en su interior aterciopelado.
-¿No me escuchó señor Alec? Le indiqué que estaba lista para irnos. Pensé que quería aprovechar el día pero veo que anda soñando despierto, si quiere puedo pasear por los alrededores mientras usted termina de fantasear.
-Estoy tentado a amordazarte mocita, no me provoques.— Suspiré profundamente mientras sacudía mi cabeza para aclarar mis ideas.
-Debo reconocer que es bastante agrio lord Callen, debería tratar de endulzar su carácter o ¿es que el desayuno le sentó mal? Si es así, lo excuso.— Lo dijo sin mirarme concentrada en alisar su vestido.
Cerré mis ojos preguntándome cómo pude haber pensado que era una frágil florecilla, era una bruja… una muy bella bruja, pero bruja sin lugar a duda.
Le ofrecí mi brazo para escoltarla, preguntándome por qué no salí corriendo cuando tuve la oportunidad.
No pude evitar notar que a pesar de su elegante porte había ocasiones en las que flexionaba sus rodillas para andar como la vi haciéndolo en el bosque. Supuse que las viejas costumbres son algo difíciles de desarraigar y si pensaba en que era más una táctica de supervivencia que una mala costumbre, mi sangre empezaba a hervir con tan solo pensar lo que debió suceder para orillarla a tener que sobrevivir.
Definitivamente debía estarme desquiciando, sólo a mí se me ocurría empezar a compadecerme por una criatura que no sólo me mandaba como si fuera un criado, sino que había empezado a desdibujar las líneas que tenía trazadas para mi vida.
Este mundo era de hombres y tendría que hacérselo entender a la mocita. Ella no podía estarme ordenando qué y cómo hacer las cosas. Una vez entendiera eso, todo sería paz y tranquilidad ya que estaba plenamente seguro que una vez los roles hubiesen vuelto a su orden natural, los dos nos llevaríamos mejor.
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Flor Salvaje
Teen FictionEres mi prometida deberías actuar como tal.-Escuché aquellas duras palabras salir de sus labios cargadas de enojo y frustración pero dentro de mi sabía como podía manejar esto. ¿Oh en serio? Noticia de última hora "Su majestad" no soy ni pretenderé...