Capítulo 1

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Pabellón de Caza del Duque Donovan, Kent Inglaterra 1800.

Llegué dos días atrás cargado solamente con mis libros y mi ropa. No había venido a este lugar en años, creo que desde antes que mi padre muriera y yo heredase el título de Duque de Callen.

Había escapado de la temporada de bailes de Londres cansado de ser el blanco de todas las madres con hijas en edad casadera y de mi propia madre, quién demandaba qué era tiempo de que me casara y engendrará un heredero. Yo sin embargo, no pensaba nunca hacer ninguna de las dos cosas y darle la sádica satisfacción a mi madre de darle dos personas inocentes para que tratase de dominarlo como a mi. Tal vez más adelante lo consideraría si encontraba la mujer adecuada, pero hasta ahora ninguna parecía llenar mis requisitos así que dudaba que considerara casarme alguna vez o por lo menos, no por el momento.

Nunca me había interesado por una mujer en mis veinticuatro años de vida, todas las señoritas de sociedad que e conocido me parecen vanas, frívolas y aburridas. Por lo visto sus únicas ambiciones eran conseguir el mejor partido posible, casarse, tener los herederos que su marido solicitara para luego proseguir con su banal existencia y si podían añadir uno que otro discreto amante, para saciar su búsqueda de emociones, se daban por bien servidas.

Muchas damas casadas habían puesto sus ojos en mi persona durante los bailes y sus maridos se hacían los desentendidos ya que la mayoría tenía un rango o una fortuna inferior a la mía y no querían caer de mi buena gracia, por si en algún momento necesitasen de alguno de mis favores. Realmente no entendía cómo podían hacerlo, si yo tuviese una esposa nunca miraría hacia otro ni la dejaría mantener una relación con otro caballero, creo que prefería el escándalo de un divorcio a compartir mi techo con una cualquiera.

Las que no eran damas de sociedad por lo general eran trepadoras o cortesanas que buscaban un protector influyente y rico para que cuidara de ellas mientras atendían a otros en cuanto los primeros salieran por la puerta principal para poder solventar sus extravagantes estilos de vida.

Mi naturaleza era posesiva, siempre cuidaba de lo que me pertenecía. No permitía que nadie montara mis caballos o leyera mis libros, dudaba mucho que permitiera que otro hombre se acostara con mi esposa o mi amante.

No, era mejor que me mantuviera soltero.

Me incliné frente a la casa y rasqué las orejas de Tobías, el sabueso que me acompañaría en la caza del día de hoy. Cuando me levanté vi moverse nerviosamente a uno de los sirvientes que estaban a cargo del pabellón.

Suspiré pesadamente.

Seguramente me vendría con otro de los cuentos sobre el tan famoso fantasma de Callen.

Según mis empleados hace unos diez años empezaron a suceder cosas extrañas en la casa, los terrenos y el bosque que la circundaba.

Se perdían ropas, animales y alimentos de manera inexplicable. Ya nadie se atrevía siquiera a internarse al bosque ya que decían que estaba encantado por una bruja de cabellos castaños que conjuraba espíritus demoníacos y el fantasma de un muchacho ladrón que se robaba la presa que cualquiera se atreviera a cazar. Según contaban, ambas apariciones se esfumaban en el aire sin dejar el menor rastro de su presencia.

Tonterías, si me lo preguntaban.

Era un estudioso de las ciencias y un hombre práctico, no existían los fantasmas ni las brujas y seguramente los robos eran cometidos por algún sirviente y yo llegaría al fondo de todo eso.

-Su señoría. —Murmuró el muchacho retorciendo su sombrero con las manos.— De las cocinas se perdió una hogaza de pan y una docena de huevos.—Me miró ansiosamente y moví mi cabeza para que prosiguiera.—De la lavandería se a perdido ropa suya y de su habitación unas botas, el fantasma estuvo merodeando en el pabellón anoche y le dió un susto de muerte a la cocinera en la madrugada.—Terminó con un tono algo agudo.

Lo miré con escepticismo.

Anoche escuché ruidos fuera de mi habitación y cuando salí a investigar no había nadie. Sin embargo, la ventana estaba abierta al final pasillo y la brisa levantaba las cortinas haciendo que unos contrapesos de metal se arrastraran contra el suelo produciendo el sonido que mis sirvientes habían descrito como cadenas siendo arrastradas. Me llamó la atención que al volver a mi habitación mi ventana estuviese abierta y la revisé minuciosamente casi hasta el amanecer y sin embargo nada de valor parecía haberse perdido. Mi bolsa de monedas estaba cerrada y todas estaban allí por lo que supuse que posiblemente el viento la abrió.

Sin embargo, esa declaración me hizo enarcar una ceja y me determinó aún más a descubrir la identidad del elusivo fantasma de Callen.

-Dile a la cocinera que esta noche deje bajo llave la despensa y la puerta de la cocina sin traba, veamos si el fantasma regresa a robar.—Si le parecieron extrañas mis indicaciones no dijo nada, supongo que mi reputación como el duque excéntrico de la familia me precedía.

Acomodé mejor mi escopeta sobre el hombro y silbé llamado al perro encaminándome hacia el bosque sin prestar atención a las advertencias que me habían dado.

Caminé alrededor de treinta minutos con la sensación de ser observado cuando un ruido extraño me hizo girar la cabeza.

Fruncí mi ceño tratando de identificar el sonido y mandé a callar al perro que empezó a aullar.

Sonaba como un cuerno de caza o eso creía. No podía estar seguro ya que parecía estar magnificado por algo o mezclado con otro sonido, reconocí el sonido ya que en uno de mis estudios los vimos mientras analizábamos la cultura vikinga que era la que más comúnmente los utilizaba. Seguramente debido a esto era que decían que el bosque estaba embrujado ya que sólo algunos eruditos podían tener ese conocimiento.

Seguí caminando ignorando el sonido y solté al sabueso para que me guiara.

Cuando llegué a un pequeño claro que estaba rodeado de árboles que escondían una laguna, amartillé la escopeta y le ordené al perro que corriera. Tan sólo había entrado cinco segundos en la maleza cuando la primera ave salió volando. Apunté cuando ya se estaba alejando y tiré del gatillo, asegurándome de que cayera en la laguna para que la carne no sufriera tanto daño.

Tobías salió corriendo delante de mí y yo no perdí tiempo en hacer lo mismo mientras escuchaba sus ladridos.

Al llegar al final del bosquecillo y a orillas de la laguna supe la razón de los ladridos del perro.

En la orilla contraria, alejándose por entre los árboles con el pato que cacé, ataviado con mi ropa robada y, por lo que pude ver uno de mis sombreros estaba quien supuse era el fantasma de Callen.

Miré fijamente al dichoso fantasma, quien parecía poseer una cara sucia pero llena de satisfacción. Parecía que solamente era un muchacho de no más de dieciocho años.

-¡Muchacho detente!.—Le grité sobresaltándolo y eso lo hizo echarse a correr.

Maldije en voz alta mientras empezaba a perseguirlo, sabiendo que sería en vano por la distancia que me llevaba de ventaja.

Al llegar al lado contrario no pude siquiera encontrar las huellas que debía haber dejado. Era exactamente como decían mis sirvientes es como si hubiese desaparecido en el aire.

Sin embargo, eso no me iba a desanimar.

Pensé que en esta temporada no tendría más que hacer que leer el baúl de libros que traje y salir a cazar para aliviar mi aburrimiento, pero ahora tenía un misterio entre mis manos y era un misterio que pensaba develar.

El pabellón de caza Donovan y el bosque que lo circundaban dejarían de estar embrujados porque yo me encargaría de demostrar que el fantasma de Callen no era más que alguien de carne y hueso.

Fué estúpido pensar que ese dichoso fantasma se volvería mi perdición y la causante de mis deseos.

Flor Salvaje Donde viven las historias. Descúbrelo ahora