-Duque de Callen, me puede explicar ¿¡Cómo se atrevió a contraer nupcias sin el beneplácito de la corona!?.— los tormentosos ojos del rey de Inglaterra relampaguearon y su voz tronó haciendo que se estremecieran por toda la sala.
Mi boca se secó y mi mente quedó en blanco mientras la acerada mirada de mi primo estaba clavada en nosotros. La mano de mi esposa temblaba y de sus labios se escapaba una trabajosa respiración. No conté con que mi primo se disgustara por mi unión con la mocita, nunca le había dado importancia a esos inconsecuentes menesteres no entendía el motivo por el que lo hacía ahora.
-Mi señor, no fue mi intención faltarle el respeto a la corona... La belleza de mi esposa me cegó totalmente que olvidé mis obligaciones hasta que pude asegurar su mano y convertirla en mi esposa.
-Así que el duque de Callen olvidó las obligaciones que conlleva ser el decimotercero en la línea de sucesión, tu matrimonio con la hija fantasma de Dagger truncó los planes que tenía de una posible unión con España.—Su voz retumbó en la antesala y mi esposa se encogió a mi lado, todo su cuerpo temblaba.
Rey de Inglaterra o no, nadie amedrentaba a mi bruja. Había jurado protegerla y lo haría contra todo y todos.
-Alistair, sabes bien que nunca me prestaría para juegos políticos te he servido fielmente desde que subiste al trono como mi padre lo hizo con el tuyo.— mi voz se tornó acerada y la mano de mi esposa se apretó en mi brazo advirtiéndome que tuviera precaución, yo por otra parte no pensaba dejar que ningún juego político me separara de ella.
-¿Te atreves a llamarme por mi nombre de pila?.—bramó acercándose a nosotros hasta quedar a unos cuantos pasos frente a mí. Mi primo tuvo que levantar el rostro para mirarme a los ojos ya que yo le sacaba casi una cabeza de altura, pero su aura de poder era innegable.
-Así es, te hablo como mi familiar no como mi soberano.— le respondí insolentemente, no pensaba amilanarme o dejarme amedrentar.
Alistair me observó por lo que parecieron horas y yo le sostuve la mirada sin siquiera parpadear. No pensaba doblegarme, mi primo tendría que ver que la validez de mi matrimonio no estaba a discusión.
-¡Infeliz malagradecido!.— rugió antes de abrazarme y golpearme la espalda.— Es una suerte para ti que seas mi pariente favorito.—le dijo a mi esposa cuando tomó su mano en las suyas.— de lo contrario lo hubiera mandado a azotar por impertinente. Siempre a sido así, desde que éramos niños le importaba un bledo las formalidades.
Catherina estaba atónita ante el giro de los acontecimientos, yo por otra parte no estaba tan sorprendido habiendo contemplado de primera mano los bruscos cambios de humor de nuestro soberano.
Mi primo nos dirigió hasta una ostentosa sala de estar en donde hizo que mi esposa se sentara en un cómodo sillón y yo me senté a su lado entrelazando sus temblorosos dedos sin importar lo que el decoro dictara en estos momentos, mi esposa necesitaba mi apoyo y yo pensaba dárselo ignorando cualquier ceja levantada que nuestras acciones pudieran generar.
-Muy bien primo, ahora que has recibido la reprimenda merecida, explica cómo te casaste con la hija de Dagger.—se giró y enfocó mi mirada en mi Catherina.— Debo reconocer que me desconcertó saber de sus nupcias madame, tenía el conocimiento que estaba recluida en una abadía desde los doce años ya que el conde resguardaba con fiereza a su única hija. ¿Este infeliz la raptó mi lady?.—volvió a centrar su atención en mí.— no es que te culpe primo, tu esposa es una belleza. Si no tuviese el peso de la corona sobre mi cabeza hasta podría desafiarte por ella.
Viré los ojos hasta ponerlos en blanco, mi primo era definitivamente melodramático. Estaba casado desde hace diez años y por la cantidad de hijos que había producido con su esposa se podría decir que era un matrimonio muy fructífero.
-Ese es el asunto, al parecer todo lo que se sabe sobre mi esposa es una falacia. Nunca estuvo recluida en una abadía, estaba escondida en los bosques de Kent que colindan con mi pabellón. No fue nada fácil descubrir su identidad, ya que Lady Dagger no me brindó mucha información al inicio de nuestra relación.— los ojos de nuestro soberano se posaron en mi esposa mientras escuchaba mis palabras.
-¿Estás seguro de que no es una impostora?.— sus ojos relampaguearon nuevamente.— Puedes haberte casado con una buscavidas.
-No.—negué vehemente antes que mi esposa pusiera en muestra su explosivo genio en contra de nuestro rey.— Todas las pruebas apuntan a eso, incluso el mismo Dagger la reconoció en la noche de nuestra fiesta de compromiso.
-Fiesta a la que tampoco fuí invitado, debo añadir.— Me recriminó petulantemente.
-Fiesta a la que no podías asistir ya que no estabas en el país, querido primo.— viró sus ojos y murmuró algo bajo su aliento.—Déjame contarte todo lo que e ido descubriendo y por qué pienso que mi esposa está en peligro.
Por las siguientes horas le conté a Alistair todos mis descubrimiento y suposiciones, cómo su padre se había deshecho de su madre y de ella, el tipo de vida al que se habían visto obligadas por su tiranía y egoísmo, cómo su vida o la mía se habían visto amenazadas prácticamente desde que nuestros destinos se cruzaron.
Mi primo escuchaba todo con franco interés cuando le preguntó a mi esposa si podía ayudarnos a llenar los espacios en blanco de esta siniestra trama, le indicó que todo lo que sabía me lo había dicho. Cuando su madre escapó de la casa de campo llevándosela a ella cuando no era más que una niña.
-Lo que no entiendo es para qué Dagger inventaría la historia de la abadía si daba por muerta a tu esposa.—Acarició su mentón pensativamente tratando de descifrar lo que yo tenía días sin poder hacer.— No tiene sentido —.Se levantó y empezó a pasear por la estancia.— El precipitado matrimonio que tuvo con la que entonces era la viuda Masen levantó muchas cejas ya que se había dicho que la madre de tu esposa no tenía ni siquiera dos meses de haber fallecido.
-Ese matrimonio no es válido su majestad.—Dijo con vehemencia mi esposa.— tengo pruebas que mi madre estaba viva cuando ellos contrajeron nupcias.
-Lo que dice tu esposa es una acusación muy seria, Alec.—me dijo mi primo demostrando otra vez la poca credibilidad o importancia que tienen las mujeres en nuestra sociedad, yo solo esperaba que mi mocita no echara por tierra todo lo que había conseguido.— Si puede probar lo que dice, eso significa que el hijo de Dagger no es legítimo y que su título al igual que su fortuna pasaran a la corona a la hora de su muerte es una información por la que alguien puede querer silenciar a tu esposa, pero ¿sería Dagger capaz de matar a su propia hija para beneficiar a su hijo?
La mano de mi esposa tembló entre las mías.
-Nadie te hará daño Catherina, te protegeré con mi vida.—le juré.
-Eso es precisamente lo que me temo querido primo, por eso desde hoy serán huéspedes del castillo, aquí existe más seguridad que en tu casa y nadie osará atentar contra ti o tu esposa mientras estén bajo mi techo.
-No lo queremos incomodar su majestad, es una invitación de lo más amable.—le empezó a decir mi esposa aterrada ante la posibilidad de la vida en la corte, pero Alistair la cortó.
-No es una invitación prima, es una orden.
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Flor Salvaje
Teen FictionEres mi prometida deberías actuar como tal.-Escuché aquellas duras palabras salir de sus labios cargadas de enojo y frustración pero dentro de mi sabía como podía manejar esto. ¿Oh en serio? Noticia de última hora "Su majestad" no soy ni pretenderé...