Capítulo 4

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-¿Qué trato?.—Su mirada estaba llena de sospecha sin moverse de su lugar.

-Para asegurarme que no volverás a las andadas pretendo llevarte conmigo.— levanté mi mano haciéndola callar al ver que iba a protestar—. No te entregaré a la justicia, el trato que te propongo es sencillo y conveniente para ti. Si prometes no escapar y no volver a robar, ni a mí ni a nadie te brindaré techo, comida y protección. Podría educarte para convertir en una dama y más adelante buscarte un candidato aceptable para marido.

-¿Por qué? ¿Qué gana con eso? ¿Cómo sé yo que no me está mintiendo?

No podía entender cómo a pesar de parecer un gato ahogado, tenía ese porte imperial con el que la estaba empezando a identificar. Sin embargo, sus ojos estaban llenos de incertidumbre y de silenciosas preguntas.

-No tiendo a mentir. —le espeté imponiéndome—. No tengo nada que ganar salvo evitar la monotonía que está consumiendo mi existencia, y sobre tu tercera pregunta, no puedes saberlo. Supongo que tendrás que arriesgarte después de todo, no tienes nada que perder pero sí mucho que ganar.

Me encogí de hombros tratando de parecer despreocupado mientras la veía pensar la situación, pero en realidad me sentía sumamente ansioso. Traté de concentrarme en la manera en la que el agua reflejaba la luz sobre su rostro, haciéndolo brillar como si irradiara luz propia. Su frente estaba arrugada haciendo que entre sus cejas se formase una "v" mientras sus dientes se hundían una y otra vez en su carnoso y aparentemente jugoso labio inferior.

De pronto tensó sus hombros y se levantó de golpe dejando al descubierto su gloriosa forma. Mis ojos recorrían su cuerpo sin el menor reparo, parecía que toda mi educación de caballero se había perdido en cuanto me fijé en el nido de rizos pelirrojos ojos casi color canela, que ocultaba su feminidad.

El sombrero se cayó de mi mano y la escopeta de mi brazo cuando me levanté abruptamente al darme cuenta de lo ansioso que estaba por meterla en mi cama y perderme entre sus piernas.

Mi cuerpo se tensó dolorosamente cuando me traté de controlar para no saltar sobre ella como un animal en celo. Debía recordar que los impulsos del cuerpo podía ser dominados y yo lo había hecho por muchos años, por lo que ahora no podía dejarme guiar por mis regiones inferiores, mi cerebro sabía qué hacer pero toda la sangre lo había abandonado para concentrarse debajo de mi cintura .

-¿No cree que ya miró suficiente Lord Alec?. —El desprecio de su voz no hacía juego con el profundo color rojo que tenían sus mejillas.

Sentí las mías enrojecer por su llamado de atención.

A pesar de que yo le sacaba más de una cabeza y media en altura me sentí como un pequeño a quien han pillado con la mano en el tarro de galletas a punto de robarlas.

Le tendí mi… su… camisa sin decir una palabra y la observación vestirse como si estuviese en un trance.

-Perdone mi falta de caballerosidad señorita.— Murmuré al cabo de unos minutos después de haber recuperado la facultad del habla, mientras ella seguía inclinada poniéndose mis botas robadas.

Lo que sucedió a continuación en un parpadeo.

Se levantó con una agilidad y una velocidad totalmente inusuales para una fémina, y luego sentí el filo de una daga presionar mi cuello.

-Ante todo soy doncella lord Alec, pretendo entrar bajo su tutela de esa manera y pretendo salir de ella manteniendo mi condición, si intenta aprovecharse de mí deberá pensar si vale la pena ya que será lo último que hará antes de reunirse con su creador.

Mis ojos se achicaron a su descaro, en un solo movimiento sujeté su muñeca haciendo que diera la vuelta y su propia mano apuntase a su hermosa garganta.

Flor Salvaje Donde viven las historias. Descúbrelo ahora