Capítulo 14

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Pasó una hora más antes que pudiera regresar a mi habitación, Erwwan había convencido a Amelia de irse a la posada diciéndole que se encargaría de que no le faltara nada y que yo estaría a poca distancia para ayudarla en cualquier cosa que se presentará.

Sin embargo, por muy cruel que sonara todo había sido una treta de nuestra parte. Mañana Erwwan  se presentaría en la posada con una comadrona para comprobar la veracidad de la historia de Amelia y esperaba por su bien que fuese verdad ya que Erwwan era un enemigo de temer a pesar de su fachada despreocupada y no dudaba que haría que amelia se arrepintiera si él hubiese pasado por todo este infierno solo para sacar mayor provecho del que ya había sacado en el pasado.

Mi mocita estaba dormida en la misma posición en la que la dejé. Seguramente se había dormido esperándome y si la despertaba para continuar donde la había dejado corría el riesgo de que me arrancase la cabeza. No podía creer que esto hubiera ocurrido dos noches seguidas. Era como si la divina providencia o los dioses o el universo estuviesen en contra de que perdiese la virginidad antes de mi noche de bodas.

Me empecé a desvestir sintiendo un leve dolor en mi entrepierna, el cual gritaba por el deseo insatisfecho que no podría apagar esta noche. Levanté las cobijas y me deslicé desnudo bajo ellas confiando que la frescura de la noche hiciese algo por aliviarme y esperando que Catherina se apiadara de mí y me recibiera con su cuerpo en la mañana.

Abrí mis ojos sobresaltado cuando un grito perforó mis oídos asegurándose de que tuviera problemas de audición para toda mi vida y un golpe en mis costillas cuando mi bruja se apresuró a ocultarse tratando de desaparecer en mi costado. Sin embargo, no tuve tiempo de responder antes de que el aire abandonara mi cuerpo al ser impactado por una mole maciza.

-¿No le han dicho que es de mala educación irrumpir en los aposentos privados de las personas Lord Harrison?.—gruñó la mocita sin aliento mientras yo trataba de sacarnos de encima al bufón de mi amigo.

-Lo hice…—me dijo aun abrazándome.

-Estoy seguro de no querer saber a lo que te refieres.—murmuré bajo mi aliento recordando las veces en que me había dicho eso mismo. A lo largo de los años descubrí que mi amigo siempre que "hacía algo" tenía que venir a comentármelo, como la vez que vino y me dijo

"lo hice, ya estuve con mi primera mujer." O "Lo hice, me acosté con dos mujeres a la vez." Sí, definitivamente no quería saber a qué se refería esta vez y menos con mi prometida presente.

-Espérame en mi despacho mientras completo mis abluciones matinales.

Me arriesgué a lanzarle una mirada a Catherina quien nos miraba a su vez como si pudiera matarnos.

-No estaban ocupados, ¿o sí?.—nos miró moviendo las cejas sugestivamente mientras se levantaba de la cama

-Erwwan Harrison…—siseé haciéndolo reír.

Sus carcajadas siguieron resonando aún después de haber cerrado la puerta.

-Espero que en su casa de Londres tenga mejor seguridad en las puertas. No me agrada ser despertada por un hombre extraño subiéndose a la cama que comparto con mi esposo.—me espetó molesta y no pude resistir sujetarla por la cintura para colocarme sobre ella y robarle un beso.

-Te ves demasiado hermosa cuando te enojas para tu propio bien.—murmuré estrechando su delicado cuerpo contra el mío.—Si no fuese porque el bufón de mi amigo no dudaría en regresar si me tardo, me encargaría de terminar lo que tenemos pendiente desde hace dos noches.

-Es un arrogante.—murmuró sonrojada.

Me levanté sin pudor alguno por mi desnudez, debía reconocer que disfrutaba de la reacción que tenía al ver mi cuerpo que mantenía esculpido gracias a practicar diferentes deportes y actividades al aire libre.

Flor Salvaje Donde viven las historias. Descúbrelo ahora