Capítulo 11 "No lo somos"

8.4K 515 38
                                    

—... como te decía, Mary Jane vomitó todo... —Mi discurso fue interrumpido por uno de los guardias, ¿llamándome?

—¡Su alteza! ¡Su alteza! —El hombre gritaba demostrando sorpresa y prisa. Me dio un tanto de incomodidad, ¿qué hacía yo hablando con un muchacho de la servidumbre?

—¿Qué sucede?

—¡Encontraron a Florinda y a uno de los guardias! Venga.

Miré con los ojos bien abiertos a Marco y ambos corrimos hacia donde nos guiaba el fornido hombre. No podía creerlo, tenía que ser un sueño. Nos dirigió hacia una de las habitaciones, que creo, era la habitación de la señorita. Entramos cautelosamente, ya que nos hizo un gesto para que no hicieramos ruido.

Al verla, tapé mi boca y abracé a Marco, acción que no pude controlar.

Ella se encontraba golpeada, su cara totalmente deformada debido a los golpes en su cabeza. Su vestido estaba rasgado y había moretones púrpura en sus delgadas piernas. El doctor la inspeccionaba tomando algunas notas.

Me aparté de sus brazos y acercándome al doctor pregunté:—¿Se va a poner bien?

—No lo sé, alteza. —El hombre quitó un extraño artefacto del pecho de la mujer—. Procuraremos tenerla vigilada y estar presentes cuando despierte y responda a los antibióticos.

Asentí y sorbí de mi nariz. Tomé asiento al lado de su cama y le cogí la mano. Esa mujer debía vivir. Debía hacerlo, todas mis ilusiones estaban puestas en ella.

El doctor comenzó a irse.

—¿El guardia? —pregunté al escuchar que abría la puerta.

—Él está mejor. Le están realizando unas cuantas preguntas... sería excelente encontrar a los culpables.

Asentí y se fue.

—Va a estar bien — me decía Marco mientras se sentaba a mi lado. Sentí una suave caricia en mis cabellos, y un leve escalofrío me recorrió la espalda.

La puerta se abrió, dejando paso a mi hermana, que se hallaba seriamente mirándome. Se quedó allí, en el umbral sin decir ni una palabra.

—¿Se te perdió algo? —Sonreí enarcando una ceja.

—No es apropiado que alguien de la servidumbre esté con una princesa, solos en la habitación.

—Está ella. —Señalé a la mujer que estaba más dormida que otra cosa.

—Mi caballo quiere comer.

¿En serio estaba pasando? ¿No quería que esté conmigo?

Marco se levantó pesadamente y caminó hacia afuera. Mi hermana me dirigió una mirada extraña, una mirada que nunca había visto antes de su parte. Sólo una vez en mi vida me habían desafiado observándome de esa manera. Estábamos en un concurso con Bony y Marlene, la princesa del reino contrario, y ella estaba ganando. Me llevaba unos cinco puntos de diferencia. Recuerdo que habíamos llevado practicando mucho tiempo... ella aún más, practicamente había nacido arriba de un caballo. Esta ventaja fue muy dura y... la enemiga se llevó el de oro esa noche. Cuando pasó para ir a recibir su premio...

Esa misma mirada arrogante. La detesté por dentro.

Volviendo a palacio, Mary Jane me seguía observando. Yo no me iba a quedar callada.

—Que bajo puede caer la gente, ¿no?

—¿Por qué lo dices? —cuestionó, todavía arrogante.

Solamente rodé los ojos y caminé hacia afuera. Al pasar por su lado, le di un leve golpe. Fue un impulso.

La princesa Elisabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora