Capítulo 25 "Todo sea por amor"

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—¿Por qué? —Su ceño se frunció y yo no supe que responder.

Todas las palabras, oraciones y frases se habían borrado de mi mente. Estaba ante cientos de personas y si ya me daba nervios contárselo a mi padre. ¡¿Qué piensan de todo el reino?!

—¿Elisabeth? —Mi padre bajó del escenario y se acercó a mi, pero di unos pasos hacia atrás alejándome de los dos—. ¿Qué estás haciendo? —Susurró molesto.

—No puedo aceptarlo. —Negué y comencé a buscar una salida, paseando la mirada entre la multitud... Gran error.

Si mi estado mental estaba vulnerable, ¿qué pasaba ahora que los ojos de Marco estaban clavados en los míos? Él estaba ahí, delante de la multitud, mirándome con duda, y hasta diría temor.

—Elisabeth, deja de hacer eso —habló padre.

—Ven aquí. ¿Qué te pasa? —Erick también quería detenerme.

—¡No quiero! ¡Basta! ¡Alejense de mi! —Grité entre sollozos.

No sé que pasaba por mi mente en esos momentos, pero esta claro que no pensaba en las consecuencias de actuar tan precipitadamente.

—¡Ven aquí ahora!

—¡No!

La multitud de personas comenzó a murmurar miles de cosas que no eran entendibles para mi. Ahora si tendrían motivos para criticarme. Abrieron paso a la princesa que corría velozmente hacia adentro del castillo, para refugiarse en su habitación de nuevo. Como una cobarde. Como siempre hacía.

Mi vista estaba nublada debido a las lágrimas. Escuché los gritos del príncipe a mis espaldas, pero no me voltee siquiera a mirarlo. Solo subí las escaleras, entré a mi pequeño refugio y cerré la puerta con llave. No sabía que iba a pasar con todo esto. De lo que si estaba segura era de algo: Fue lo peor y mas desafiante que había hecho en toda mi vida. ¿Rechazar el regalo de mi prometido? ¿Gritarle a mi padre, el mismísimo rey, frente a todos?

Al cerrar la puerta, pegué mi espalda a ella y dejé de llorar. Mis ojos se clavaron en un punto fijo y mi mente comenzó a procesar todo de manera lenta. ¿Indirectamente había dado a conocer mi decisión? ¿Había dicho que no iba a casarme? Si tenía miedo de decírselo tan solo a mi padre... ¡¿A quién se le ocurriría en un acto público?! Esa pregunta era la que mas ocupaba mi cabeza.

Me aparté de la puerta ante los golpes y gritos de mi padre. Me senté en la cama y volví a sollozar.

—¡Elisabeth, abre la puerta! —gritó.

No contesté.

—¡Elisabeth! ¡Mas te vale que salgas!

Insistió e insistió pero yo no pensaba tocar el picaporte, ni siquiera para que la servidumbre entrara. Estuve así por un buen rato, hasta que me quedé dormida.

...

Me desperté ante los aullidos y rasguños de Príncipe en la puerta para que lo dejara pasar. Acerqué mi oreja, miré por el rabillo comprobando que no hubiera nadie y le abrí.

—Rápido. —Él pasó con la cabeza en alto y moviendo la cola feliz—. ¿Qué pasó con los invitados?

Guau.

—Claro, era lógico que se irían. —Suspiré sentándome a su lado en el suelo—. Muero de hambre.

La verdad, es que no había comido casi nada y ahora necesitaba hacerlo. Pero obviamente, no pensaba moverme de aquí.

—¿Me traerías algo? Sin comértelo.

El can se levantó y caminó hasta la puerta, quité el seguro y él corrió por el pasillo.

La princesa Elisabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora