Capítulo 9 "Flechas"

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El día de ayer había sido extremadamente melancólico. De todas maneras, conocí otras cosas de mi madre, cosas que iba a guardar como recuerdos para siempre. Cada pequeño dato, cada pequeña característica, me hacía visualizarla y no permitir que se alejara de mí.

—¿En serio? ¿Tenemos que ir? —pregunté quejándome a la señorita Florinda.

Ni bien me había levantado, en realidad me habían despertado, informaron bruscamente que tenía que ir a jugar un partido de polo con la reina. No tenía la mas mínima idea de como jugar, así que tan sólo iría a ver el partido. La señorita Florinda se mostró molesta al contarle que no sabía siquiera las reglas del juego... de todas maneras dijo que debía asistir.

Mi vestido era también rosado, color que eligió mi tutora, y mis zapatos blancos, como casi todos, con un pequeño tacón que me permitía moverme tranquilamente. Llevaba el pelo atado en un moño, que estaba formado por una trenza bastante simple. Por suerte, ese vestido era bastante mullido y no hacia falta colocarme una armazón de metal abajo.

Se suponía que vería a Erick y que tenían algunos planes para nosotros. La verdad, que esa idea si bien no me desagradaba, tampoco era que me tenía totalmente encantada. Hoy no tenía ganas de cumplir responsabilidades con el reino, aunque eso fuera pasear con él, que me había resultado bastante agradable. Tan solo quería quedarme en palacio leyendo, todo el santo día.

Al ver que ya estaba lista, caminé hacia los jardines. Tenía un mínimo tiempo libre y quería tomar un descanso. Me interné más allá de los rosales, más allá de los arbustos con extrañas formas. Lejos de toda la elegante fachada, había un alambrado, que separaba nuestras tierras de las demás. El día se prestaba para una aventura, pero lamentablemente no tenía mucho tiempo.

Ese sector estaba rodeado por árboles milenarios que cubrían el cielo con su enorme altura. Habían sido plantados por mis antepasados y no estaba permitido que sean cortados de ninguna manera existente. Mas allá, estaba mi otro lugar favorito. El alambrado estaba roto y permitía pasar a través de él. Sólo tenía que levantar un poquito mi vestido y bajar mi altura. Eso hice. En unos cuatro abrir y cerrar de ojos ya estaba del otro lado, en el bosque. Elevé una pequeña sonrisa de lado y caminé sosteniendo mi vestido.

Antes de que Mary Jane se volviera insoportablemente correcta, solíamos venir y jugar tardes y tardes enteras de "Atrapados" que consistía en correr una atrás de la otra y obviamente... las clásicas "Escondidas". Estas últimas eran mis favoritas. Miles y miles de árboles para ocultarse, hacían el trabajo de buscarnos, casi imposible, casi. Todo esto se veía interrumpido por el reloj que llevábamos enganchado al vestido. Nos anunciaba la hora acordada para volver con nuestras respectivas tutoras. Solamente, fingíamos que habíamos estado jugando en los jardines, totalmente seguras.

Unos zumbidos a lo lejos hicieron que me sobresaltara. El silencio de allí era tanto que aveces te dolían los oídos. Los zumbidos se hacían más fuertes a medida que iba avanzando. Silencié mis pasos lo máximo que pude, yendo prácticamente sin respirar. Primero era un sonido de velocidad y luego, lo que seguía, se parecía a un afilado cuchillo clavándose en algún pedazo de madera.

De un momento al otro, sentí peligro, sentí que mi vida pasaba frente a mi ojos...

Una rápida flecha cruzó a sólo unos centímetros de mi cara, clavándose en el centro de un circulo, dibujado en un fino tronco. Jadeé asustada y coloqué una mano en mi corazón, para evitar que no se saliera de mi agitado pecho.

—¡¿Qué rayos crees que estás haciendo?! —-grité enojada a Marco, que se hallaba con un enorme arco de madera en la mano.

—¿Esa palabra está incluida en las que debes aprender antes de los seis? —preguntó incrédulo acercándose para sacar la flecha.

La princesa Elisabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora