Capítulo 20 "Molestias..."

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Como dolía...

Dolía ver como se alejaba del castillo, pero sobretodo... Dolía ver como se alejaba de mi.

—Ya me decidí. ¿Te lo he dicho? —Debía contarle mi decisión para alegrarle un poco el día—. Le dije que estaré feliz de casarme con él.

Él sonrió aun con la vista perdida en los tres carruajes que se alejaban. Luego de unos instantes... Reaccionó.

—Elisabeth —dijo padre, colocando su brazo en mis hombros—. Te enfermarás si sigues aquí. —Él me brindaba una cálida sonrisa—. Ve adentro... Y haz algo que quieras de verdad, tienes un día libre.

—Pe-pe-pero... —La señorita Florinda intentó explicarle, a mi hoy amable padre, que tenía algunas cosas que hacer, normal en mi vida, pero él no la dejó que continuara con solo levantar un dedo.

—Y usted también. Usted también haga algo divertido. De hecho... —Se alejó unos pasos para que los demás lo escucharan—. ¡Todos tómense un día libre! ¡Se lo merecen!

Las personas de mi alrededor parecían tener un severo trauma al escuchar esas palabras. ¿Desde cuando se detenían las labores diarias en el castillo?

Al parecer mi gran noticia lo había alegrado y bueno... Todos disfrutarian de ella. ¿Alguien quiere una copa de vino? Porque yo sí.

—Hija, ¿te encuentras bien? —preguntó cuando todos se habían ido—. Te noto extraña... —Achinó los ojos observándome—¿Tienes los ojos hinchados?-

—¡Sí! Sí, digo no, es sí... sí digo sí, es no... ¡Digo no! Es solo que no dormí bien anoche y tengo ojeras. —Culminé encogiéndome de hombros.

—Oh —Asintió—. Bueno... nos queda una pequeña tarde libre. ¿Qué vas a hacer?

Tal vez debería ir a tomar mis clases de arco...

Cierto, no puedo.

—No lo sé. —Suspiré—. Algo se me ocurrirá.

Y diciendo estas palabras tomé una bocanada de aire y entré al calor del castillo nuevamente. Estaba muriéndome de frio afuera y seguramente tendría un resfriado. ¿Saben qué pasa cuando me resfrío? La señorita Florinda es la cosa mas insoportable que existe. Lejos de ser un descanso, se la pasa yendo y viniendo intentando que este lo más cómoda posible. Para una persona normal, eso es agradable, pero para mí, ¡no lo es! ¡No deja siquiera que duerma una hora seguida porque tiene miedo a la muerte súbita!

Si... Está loca.

Ya estaba anocheciendo, asi que me di un baño, haciendo todo por mi misma, y me acosté a leer un libro. Mi momento libre... Lo más interesante que había.

—Elisabeth... —Golpes en la puerta—- Elisabeth —Susurró intentando de que nadie la escuchara.

—Pase.

¡Era imposible mantener quieta a esta mujer!

—¿Que sucede? —pregunté, apartando la vista del libro.

—Quería informarle que mañana por la mañana tiene que desayunar con los duques de el reino vecino...

—Oh. Que lastima.

—¿Qué es eso de lastima? —dijo ella colocando sus manos en las caderas.

—Nada... —Aparté la vista nuevamente al libro para quitar esa molestia que tenía en mi cabeza.

...

Nuevo día...

¡Y mi cabeza dolia como rayos!

La princesa Elisabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora