Capítulo 18 "Se va"

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Simplemente no lo podía creer.

Él me estaba besando. ¿Entienden eso? Sentía que volaba, ya no estaba en la tierra. Mis pies no tocaban el suelo, era un sueño. Sentía cosas en mi estómago...

Aleteos.

Cuando nos apartamos, él colocó su mano en mi mejilla sonrojada. Sus pupilas estaban dilatadas, sus labios rojos y nuestras respiraciones agitadas.

Esta niña será la mejor reina que hallamos tenido...

—Lo siento —dijo Marco con una sonrisa—. Ya era demasiado y no pude contenerme.

Hija, cuando sientas que no puedas... Recuerda que ellos dependen de ti, tus actos perjudican a cientas de personas...

¿Estás bien? ¿Estás enojada? Perdóname, por favor...

Cada acto tiene sus consecuencias, Elisabeth, nunca involucres el corazón.

—¿Qué he hecho? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? —De nuevo las lágrimas se acumularon en mis ojos, pero esta vez no salieron.

—Nos acabamos de besar. —Sonrió, volviendo a acercarse—. Perdóname, no quise...

Ellos dependen de ti.

—No. —Me levanté del pequeño tronco dando un salto—. ¿Qué estoy haciendo con mi vida, Marco? ¿Qué pasará con el reino? No podemos seguir con esto.

—Hey, tranquila. —Marco se levantó también y se colocó a mi lado, intentando abrazarme, pero lo aparté.

—Basta, no me toques. —Las lágrimas aparecían así como el dolor en una parte de mi corazón... Lo estaba lastimando—. Tenemos que separarnos, no podemos... Fue... Fue un error. —Comencé a alejarme dando pasos hacia atrás, alejándome de él.

Soltó una risa sarcástica. Tenía la mirada apagada, y el rostro enrojecido. —¿Qué piensas hacer? ¿Ignorarme y hacer como que esto nunca pasó? ¿Esconder lo que sientes? —Sus ojos demostraban dolor, tristeza y enojo.

—Si eso es lo necesario... No me quedan dudas. —Él dio unos pasos hacia adelante, pero yo coloqué mi mano para decirle que no continuara—. No te me acerques...

—Oh, ¿quieres que yo haga lo mismo?

—Necesito que desaparezcas de mi vida, Marco, eso necesito.

Las palabras se abrieron paso entre un sollozo que no pude controlar. No necesitaba que se vaya, era lo que le daba sentido, diversión... Color a mi vida.

—¿Eso es lo que quieres? —Su voz salió fría como la de un tempano, helada y rasposa.

—Es lo que tiene que ser.

Soltando esas palabras, tragué en seco y sorbí de mi nariz. Lo peor de todo eso fue que él no me detuvo y sentí algo romperse dentro de mi. El chico del pueblo no sentía nada por mi y estaba feliz de que desapareciera. No soportaba mis cambios de humor repentinos y encima...

Me había mentido.

Había prometido que no me abandonaría, que me ayudaría y no me dejaría sola en toda esa época de cambios.

Salí del bosque y caminé al castillo con la cabeza baja, abrazándome a mi misma. No hacía tanto frió, pero el cuerpo me temblaba como si estuviera nevando.

¡Oh, si estaba nevando! Moriría de hipotermia.

—¿Su alteza? ¿No tiene usted frió? Los primeros copos de nieve están cayendo y no es bueno que este sin un abrigo adecuado —-habló una de las sirvientas que se hallaba cortando unos arbustos.

La princesa Elisabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora