Capítulo 28 "Lucharé"

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Los caballos corrían con mucha velocidad atravesando el prado oscuro. La luna llena nos brindaba la luz necesaria para avanzar. El frió era mucho, pero la adrenalina que sentía en todo mi cuerpo no me dejaba sentir la temperatura. 

Admitir que estaba muy asustada no sería desacertado. Tenía miedo de que nos encontraran o de que podría pasarnos en el camino. Creo que no me di cuenta de la velocidad que Bony estaba alcanzando porque mi bufanda de piel salió volando por los aires.

—¡Hey! —grité y tiré de las riendas para que se detuviera.

Marco también se detuvo y esperó a que la recogiera. El muy desgraciado se reía mientras yo corría a buscarla. Cuando llegué a ella, la luz era muy tenue y casi que no permitía ver a unos metros más lejos. La neblina aumentaba y la nieve no ayudaba... Aunque cuando vi lo que se diferenciaba entre lo blanco...

Me quedé estática.

—¡Oh, demonios! —escuché que Marco movió el caballo y seguramente tomó las riendas de mi yegua porque estaba asustada—. Ven hacia aquí, ¡ahora!

Era correr para salir viva de allí. Lobos. ¡Una jauría de lobos corría a devorarnos!

—¡Rápido! —él me lanzó las correas y yo subí tan rápido como pude.

Los caballos ni esperaron a que diéramos la orden, corrieron como si estuviéramos en una carrera. Los lobos cada vez parecían pisarnos los talones, estaban más cerca.

—¡Nos van a alcanzar! —grité.

Y era verdad, se acercaban más y más.

—¡La piel! ¡Suelta la piel! —gritó.

—¡¿Qué?! ¡¿Estás loco?! ¡Es importada!

—¡Creerán que es comida! ¡Suéltala!

—¡No!

Los animales estaban demasiado cerca. Bony pegó una patada hacia atrás para defenderse de uno de ellos. Al parecer, pegaban mordiscos a sus patas.

—¡Ahora! —Marco tenía las riendas con una mano y con la otra golpeaba a los que saltaban.

Me volví a quitar la bufanda del cuello y la lance para distraerlos, tal y como me había dicho mi compañero. Voltee como pude, y vi que uno de ellos la tomó en el aire, la zarandeó y los demás comenzaron a pelearse por ella. Nosotros seguimos corriendo hasta tomar una buena distancia, nos escondimos en el bosque.

Ambos estábamos jadeando de miedo.

—¡Debías soltarlo apenas te dije!

—¡No me grites!

—¡No te estoy gritando!

—¡¿Ah no?!

—¡No!

Pensé unos minutos y no le contesté. La verdad que eramos bastante estúpidos. Como si fuéramos bipolares, los dos nos miramos y comenzamos a reírnos.

—Odio a los lobos —rodé los ojos.

—Tenían hambre, y nos veíamos suculentos...

El silencio se apoderó de nosotros. Aunque casi habíamos muerto, comidos y destripados, estaba feliz... era una sensación extraña. Me sentía emocionada, muchas sentimientos juntos.

—Hagamos unos kilómetros más, luego descansamos. ¿Está bien? Quiero alejarme de la fortaleza...

—Sí —sonreí—. Yo también.

Así empezamos a caminar para salir de la acumulación de árboles y volver a retomar la velocidad alcanzada.

...

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⏰ Última actualización: Mar 13, 2019 ⏰

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La princesa Elisabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora