Capítulo 22 "Charla y regreso"

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Estaba a un traspié de que ella se enterara. ¿Qué podía decirme? ¿Le contaría a todos? ¡Estaba enamorada de Marco! Y eso no los alegraría.

—No es nada. —Sonreí levemente, limpiando una lágrima que se escapó de mi ojo izquierdo—. Es solo que... Estoy un poco sensible y todo esto me asusta.

—Amelie, te conozco tanto, pequeña. —Ella acarició mis cabellos—. Sé cuando no estás bien y eso no me lo puedes ocultar, no a mi. ¿Quieres hablar? Por favor.

Era lo que más deseaba en el mundo. Necesitaba ese oído que está a tu lado cuando no sabes que decisión tomar. No todos lo tienen, y debo decir que es algo que hay que apreciar. Si hablaba con ella, todos mis sentimientos saldrían a la luz... Se descubriría el secreto que con tanto empeño había guardado. Pero simplemente no podía seguir. Necesitaba su consejo.

—Necesito que me escuches —dije, al mismo tiempo que apretaba su mano.

Así, ambas nos dirigimos a los caballos. Mi abuela podía estar mayor, pero aun así no perdía sus habilidades como jinete. En sus épocas ganaba miles de trofeos, pero según ella... Solo eran un entretenimiento. Ambas cabalgamos al primer lugar que se nos vino a la mente. El jardín de mamá.

Ella sufrió tanto como mi padre y lloró tanto como él, pero fue más fuerte, y se esforzó por seguir adelante mucho más. Sin ayuda medica pudo superar todo ella sola. Rosmary era mi ejemplo a seguir.

El clima estaba frió y pequeños copos de nieve caían entre nosotras. Introducimos a los caballos y los dejamos bajo un frondoso árbol para protegerlos de la nieve. Tomé la mano de mi abuelita y nos sentamos en un pequeño banco.

—Bien Amelie, ya puedes soltarlo. —Sonrió sin soltar mi mano, dándole un apretón.

—Es tan difícil. —Suspiré—. No sé por donde empezar.

—Por el principio, querida. —Su comentario nos hizo reír y eso me dio más confianza para continuar.

Ahí vamos.

—Un día, me hallaba aburrida de todo.  Estaba cansada. —Sus ojos se achinaron un poco mostrándome que tenía toda su atención—. Decidí cabalgar al pueblo con una capa encima para que no notaran mi presencia. Al llegar, compré algunos collares y para mi desgracia comenzó a llover.

—Continua.

—Cuando comencé a caminar de vuelta por Bony, unos niños amenazaron con robarme y la verdad tengo que decir... No reaccioné muy heroicamente. —Ambas reímos—. En fin... De la nada, apareció un muchacho y se podría decir que me rescató... —La sonrisa... No la sueltes al contar esa parte, detente—. Los chicos huyeron y en el medio de la lluvia, nos presentamos. —Mi abuela iba a matarme—. El chico vivía en el pueblo.

—Veo que ese es el chico.

—¡¿Qué?! Oh no, no. —Me apresuré a decir exageradamente.

—Caroline. —Si, también usaba el tercero—-¿Por qué otra razón lo incluirías en tu historia?

—Es que... —Ella me interrumpió.

—¿Por qué otra razón sonreirías cuando lo nombras? —Era imposible ocultarle algo.

—Deseo proseguir —dije, rodando los ojos divertida a lo que ella asintió—. El chico era sumamente agradable... Era distinto. —-¿Tendría ese brillo en los ojos al contar eso?—. Me acompañó al caballo y fue así como nos conocimos... No del todo, porque él no sabía quien era realmente. ¿Entiendes?

—Perfectamente. ¿Y qué pasó luego?

—Creí que nunca mas lo volvería a ver. —Negué con la cabeza sin abandonar la sonrisa—. Pero en el desfile y luego en el mismo castillo, nos encontramos y comenzamos una amistad. —Tragué en seco—. Teníamos un trato... —Eso era más difícil de lo que pensé—. Él me daba clases de arco si yo luego le enseñaba a cantar... —Ver la sonrisa en la cara de Rosmary, mientras contaba todo, me dio cierta paz—. Y fue así como mientras conocía a Erick, me encontraba en el bosque a Marco... Cosa que me hacía sentir sumamente culpable. —Ella levantó un dedo.

La princesa Elisabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora