Capítulo I

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El imperio más poderoso de la época, Konohagakure, era gobernado por el Uchiha más fiero que se haya podido encontrar en la faz de la tierra. Un guerrero con ansia y gran valor, del que se decía que luchaba como un demonio por ser el hijo del dios de la guerra.

El rey de los dioses, Hashirama, se hallaba contemplando el reino mortal, soltando suspiros de vez en cuando. Un peli blanco, vestido completamente de negro, con un aura oscura que causaba terror, se acercó con cara de pocos amigos.

—¿Qué mierda haces, Hashirama?

—¡Hermano! ¡Qué bueno que estás aquí! Pero, pensé que estarías, ya sabes, rodeado de muertos y así...

—Jaja, muy gracioso. Itama me llamó porque dice que te ve muy raro.

—No estoy raro, estoy enamorado.

—Estás casado.

—¡Me importa una mierda! Mito me engaña y su hijo es ese zorro de nueve colas que anda aterrorizando Konohagakure.

—¿Y de quién estás enamorado?

—¡De él! —señaló.

Los dioses tienen una vista increíble y pueden ver kilómetros más allá. Lo vio. Era un buen mozo, guapo a decir verdad; con una piel muy blanca, casi como los muertos de su palacio; su cabello azabache era muy rebelde y lo tenía atado a una coleta alta; era delgado, no muy alto y sin estar exageradamente musculoso. En pocas palabras, el chico perfecto. Perfecto para su hermano y parecía ser mejor que Mito.

Él parecía no tener más de veinte años. Leía unos papeles, unos planos para la construcción de un templo para el dios de la justicia, sabiduría y las leyes: Kawarama. Un joven de aspecto similar entró; solo que a diferencia de él, tenía un cabello más dócil y en una coleta pequeña.

—Hermano, me acompañarás a visitarlos.

—¿Yo? Oye, que buena idea, llevar al dios de los muertos a conquistar chicos —dijo, sarcástico.

—¡Exacto! —al instante, tomó la apariencia de siempre, solo más pequeño en tamaño y luciendo lo más mortal posible.

—¿Es necesario que tenga que ir?

—Mucho, así te aseguras de que no la cago.

—Bueno.

Con sus formas humanas, aparecieron en el palacio de Konohagakure. Los dejaron entrar sin preguntar, debido a la costumbre de la amabilidad para con los desconocidos. Nunca se sabe si un anciano es un dios y por echarlo te puede maldecir.

—Madara-sama, estos respetables señores han venido a verlo —un guardia le avisó al rey.

Madara... Hermoso nombre para alguien tan hermoso, pensó Hashirama.

—¿Y se puede saber que hacen aquí? —les preguntó respetuosamente.

—Somos arquitectos, deseamos prestar nuestros servicios para la construcción del templo al dios Kawarama —dijo, esperando que se tragara la mentira.

—Creo que estaría bien, hermano —habló el otro joven, llamando la atención de Tobirama.

—Si tú estás de acuerdo, Izuna, está bien. Creo que yo mismo los llevaré a unas habitaciones —el albino volvió a sorprenderse de la capacidad de su hermano de influir en las personas.

𝐒𝐎𝐍 𝐎𝐅 𝐖𝐀𝐑 | hashimadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora