Capítulo XV

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“Por medio del presente documento, los gobernantes de las naciones de Iwagakure, Kumogakure y Kirigakure declaran la guerra a Konohagakure y a las naciones aliadas.”

Ese era el documento que contenía el pergamino que le había llegado al Uchiha esa misma mañana. Madara terminó de firmar la declaración de guerra que le habían mandado, mientras suspiraba con aburrimiento.

Resopló y masajeó sus sienes, luego miró fijamente al mensajero antes de devolverle el pergamino, este estaba, sin dudas, atemorizado por el miedo que causaba el Uchiha.

Era oficial, la guerra estaba firmada e iniciada. Cuando el mensajero se fue, llamó a dos de sus mejores soldados; Madara no era imbécil, desde aquella reunión en el País del Hierro que era obvio que la guerra iniciaría; por tanto, había planeado quiénes serían sus aliados.

—Lleva esto al Triunvirato de Amegakure. —Cuando el primero se fue, volteó al segundo, que se había puesto nervioso, tenía miedo de lo que el rey le haría si caía en desgracia—. Tú llevarás este a Sunagakure.

Después Madara se retiró a su habitación, cansado. Hashirama no había vuelto a visitarlo desde aquella vez en el País del Hierro, estaban en guerra, estaba muy cansado y se sentía enfermo... básicamente, su vida se estaba yendo a la mierda.

—Nii-san —dijo Izuna, entrando e interrumpiendo su miseria, dispuesto a decirle un par de cosas.

—¿Qué pasa, Izuna? —lo miró. Izuna se mordió el labio inferior, mirando el suelo, en señal de nerviosismo, el cual desechó para mirarlo a los ojos nuevamente.

—Quiero ir a la guerra.

El corazón de Madara casi se sale de su pecho cuando escuchó las palabras que salieron de la boca de su hermano menor.

—No.

—¿No? ¿Qué? ¿Por qué?

—Porque yo no puedo ni quiero perderte. Eres lo único que que me queda.

—¿Ah, sí? ¿Y papá? ¿Qué hay de Hashirama?

—Izuna. si papá no nos ha hecho caso desde pequeñitos, ¿crees que lo hará ahora? Y Hashirama... un amante no es lo mismo que un hermano, por un hermano, las personas son capaces de dar la vida...

—Por eso —interrumpió Izuna—. Los hermanos daríamos la vida por los otros, ¡yo también daría la vida por ti, Madara! Yo también soy príncipe de Konoha, también es mi deber dar mi vida por mi nación.

Aún así, Madara no estaba del todo convencido, pero debía ver la dura realidad: Izuna ya no era el niño pequeño que corría detrás de él y lloraba cuando lo dejaba, Izuna ya era un hombre como él, alguien que podía tomar sus propias decisiones y que podía defenderse por sí mismo.

—Okay... —suspiró, rindiéndose, recibiendo un abrazo de su hermano menor, cuyo tacto se sintió un poco desagradable. —Espera... —dijo, alejándose.

—¿Te sientes bien? —preguntó el menor y el azabache mayor negó con la cabeza.

—Desde hace unos días me siento mal... —no le iba a decir que eso había pasado desde que tuvo relaciones sexuales con Hashirama.

—¿Y así piensas ir a la guerra?
—preguntó, sintiéndose orgulloso en el fondo.

Madara no era de esos cobardes que se escondían mientras mandaban al pueblo a morir por ellos, no, Madara siempre sería el primer en hacer frente a cualquiera que se atreviera a hacer algo que atentase contra su reino.

—Sí, no es la gran cosa.

***

En Amegakure siempre estaba lloviendo, producto de la ira de Hashirama  contra aquellos mortales, tampoco sin llegar al extremo de matarlos. Hashirama era cruel, pero justo.

—Las grandes naciones están en guerra —informó la mujer de cabello morado a sus dos compañeros, que gobernaban con ella.

—Mierda, ahí vamos de nuevo —dijo un pelinaranja, que tenía su brazo alrededor del un lindo pelirrojo de ojos morados.

—¿Nos mantendremos neutrales, Yahiko?

—Esta vez no. Ya no nos quedaremos como imbéciles mientras pisotean nuestro hogar. Amegakure siempre se convierte en campo de batalla y esta vez no será así.

—¿A quién apoyaremos?

—Solo nos queda apostar por la potencia que tenga más favor de los dioses por lo cual... será a Konohagakure.

La mujer sonrió y el pelirrojo solo se quedó callado.

—Que los dioses nos acompañen, chicos —dijo Yahiko.

***

En cambio, Sunagakure estaba más seca que una pasa, pero más cerca de Konoha. Por ello, recibieron el mensaje más pronto que los de la villa de la lluvia.

—Reto-sama, traigo para usted un mensaje de Madara-sama —dijo el soldado de la hoja, arrodillándose ante el rey, quien pensó en el lindo azabache de aquella reunión, quien lo había cautivado bastante. Cualquier cosa por el lindo rey de la hoja, pensó, pero no lo dijo.

—Bien. —Medio día más tarde, el rey le dio la respuesta al mensajero—. Dile a Madara-sama que tiene todo nuestro apoyo, que iremos a la guerra de su lado. Iwagakure y Kumogakure no serán nada contra nosotros.

***

—Esto será bastante divertido —exclamó Tajima en el Olimpo, viendo la guerra que se fraguaba bajo sus pies.

—Sus hijos están ahí —le dijo Hashirama a aquel que se supone que sería su suegro; pero que en realidad, era su tío... ¡¿eso significaba que Madara era su primo por parte divina?!—. ¿No te importan aunque sea un poco?

—¿Cuál de todos mis hijos? —Tajima tenía muchos hijos tirados por ahí y a ninguno le importaba.

—Madara e Izuna Uchiha —mencionó a los dos niños de la guerra.

—Esos dos no morirán —dijo, sin importarle, pero pareció como si confiara en ellos y su talento.

En el Olimpo, las cosas no estaban exactamente bien; todos los dioses habían tomado un bando diferente y algunos coincidían en que era culpa de Mito, otros decían que era por Hashirama y su amante humano.

Hashirama, sus hermanos, Mei, Tajima, Ashura e Indra estaban del lado de la Hoja y sus aliados, mientras los otros estaban del lado contrario.

Sin embargo, faltaba alguien, alguien que ya había sido expulsada de ahí.

La sonrisa de Mito no era dulce ni atractiva. Era la sonrisa de alguien con sed de venganza. Y no solo era ella la que estaba alegre, sino también aquel que había esperado en el abismo que llegara el tiempo de retomar su trono.

 Y no solo era ella la que estaba alegre, sino también aquel que había esperado en el abismo que llegara el tiempo de retomar su trono

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𝐒𝐎𝐍 𝐎𝐅 𝐖𝐀𝐑 | hashimadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora