Capítulo III

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—Eres un dios —afirmó el Uchiha con seguridad.

—¿Cómo lo descubriste?

—Mi radar no ha dejado de molestar desde que estoy aquí y es diferente a cuando hay un monstruo. Es como cuando el dios Itama me encontró.

—¿Cómo? —pensó que le explicaría el porqué de su hermanito con el chico que amaba.

—Los semidioses tenemos una especie de sentido, como un radar, que nos avisa cuando estamos en peligro.

—Pero conmigo no estás en peligro, Madara —le acarició su mojada mejilla.

—Ya dime quién eres y por favor, déjame ir.

—Soy tu dios favorito desde que cumpliste la mayoría de edad —Madara se quedó pensando y luego abrió los ojos, asustado.

—¿Hashirama?

—¡El mismo!

—Oh, por favor, perdóneme, yo no tenía ni idea que estaba molestando al rey de los dioses...

—No te disculpes, Madara. Y en todo caso es mi culpa por no haberte dicho.

—Espera, ¿cómo rayos me conoces? Nosotros les valemos a los dioses, somos sus herramientas.

—A mi no. Tú eres muy importante para mi. Te amo.

—¿Qué?

—Te amo, Madara. Te amo mucho.

—Pero yo no a ti... —esas palabras detuvieron la ensoñación de amor del dios.

—Entonces permíteme enamorarte —dijo mientras Madara intentaba salir de la tina.

—Eres el rey de los dioses, puedes hacer lo que quieras y no necesitas pedirle permiso a un mortal como yo.

—No quiero acosarte, quiero enamorarte.

—Está mal —dijo secamente.

—¿El que ambos seamos hombres?

—No... yo... ¡Usted está casado!

—¿Crees que podría serle fiel a mi esposa (a la cual no amo ni un poco) que me engañó con UN PUTO ZORRO?

—P-pero...

—Por favor, Madara —lo ayudó a secarse—. Déjame entrar a tu corazón. Te he observado casi desde tu nacimiento pero me enamoré de ti cuando te vi en el golpe de estado.

—¿Eh?

Claro que Madara recordaba el golpe de estado. Su madre, la regente, había hecho que el reino se fuera a la mierda. Ella había caído en la locura después de parir a su segundo hijo, Izuna, y tomó el control del reino. Madara y sus futuros súbditos no estaban conformes con eso. Así que organizaron un golpe de estado. Ese mismo día, Madara se coronó rey y la gente estuvo de acuerdo. Una decisión acertada pues Konohagakure no había dejado de tener paz y prosperidad desde ese día. Hashirama lo vio porque en medio de su juramento de lealtad, el Uchiha lo nombró. Y cada vez que mencionas a un dios en un juramento este se interesa.

—Madara...

—¡Está bien! Déjame en paz.

—Ey, no te molestes. Vamos al jardín, damos un paseo romántico y te devuelvo a tu palacio sano y salvo.

—¿Solo eso? ¿Me llevarás directamente a casa?

—Lo juro por el río Estigio —y un trueno resonó.

—No debería hacer esos juramentos a la ligera, hasta yo lo sé.

—No te enojes, amor.

—No me digas así —rechazó el beso que le iba a dar el otro.

𝐒𝐎𝐍 𝐎𝐅 𝐖𝐀𝐑 | hashimadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora