Capítulo XX

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Madara no despertaría hasta un par de semanas más, y en todo ese tiempo, su pancita ya sobresalía, ya no tenía ese abdomen marcado con músculos, sino ya se veía algo más redonda.

Había sido una hermosa mañana en la que el Uchiha se había despertado, después de mucho tiempo.

—Agh… —se quejó, sintiendo algo en su estómago y en su pecho. —¿Qué pasa…?

Lo último que recordaba, era estar yaciendo en los brazos de Hashirama, viendo como todo se volvía entre oscuro y rojo. Ahora estaba en una suave cama, con los rayos del sol —el carro solar de Ashura— sobre su rostro.

De forma inconsciente, su mano se dirigió a su barriga, donde había una pequeña curva, una muy pequeña, que podría ser confundida con la panza de alguien que acaba de comer, pero el Uchiha estaba seguro de que no había comido en mucho tiempo. 

—¿Qué mierda…?

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y su Hashirama entró. Al ver al de pelo oscuro despierto después de días, se emocionó, era uno de los momentos que más había esperado. Sentía una gran alegría llenar su pecho.

—¡Mi amor!

—Hashirama… —el mayor lo estaba abrazando y Madara se sintió, amado, amado, amado…

—Creí que no despertarías nunca… —dijo, abrazándolo aún más fuerte.

—¿Qué me pasó? —Hashirama lo soltó, antes de verlo con algo de tristeza.

—Casi mueres…

—Ah… ¿y por qué no me dejaste morir? —preguntó el menor, quien siempre se había dicho que era mejor morir con honor que morir haciendo nada.

—¿Crees que te dejaría morir? —preguntó, sintiéndose bastante ofendido por lo dicho por su amante, quien agachó la cabeza en señal de extraña sumisión—. Jamás haría tal cosa, Madara, te amo tanto que cambiaría mi inmortalidad por ti.

Se quedaron en silencio un buen rato, tiempo que aprovechó Hashirama para acariciar delicadamente su barriga.

—Hashirama, ¿qué es esto? —preguntó el Uchiha, mirando su estómago, haciéndose una idea pero queriendo una confirmación de su pareja.

—Estás… embarazado —susurró el mayor, con el mayor cuidado posible, no queriendo hacer enojar a su amado.

¿Embarazado? La palabra resonó en los oídos de Madara. Se sintió estúpido, él tenía un útero, había tenido relaciones con Hashirama hace un tiempo. Era obvio que eso pasaría. Suspiró, revelando su verdadero sentir a Hashirama. 

—Tengo miedo.

—¿De qué tienes miedo?

—De no quererlo. De tratarlo como mi madre, se volvió loca, te lo dije… y mi padre… bueno, a él ya lo conoces.

—Madara, estoy seguro de que serás una gran madre… —al ver el rostro de su amante, que no estuvo nada feliz con eso, se retractó—. Serás un gran padre, Madara.

—Idiota. No sé cómo puedo amarte tanto. —Su momento de vulnerabilidad se había ido, como siempre que Hashirama abría la boca para decir algo inoportuno.

—Se debe a mi perseverancia para enamorarte…

—Si, si, como sea… ¿y mi hermano?

—Oh, seguramente él y Tobi están en una cita, así que, no creo que debamos molestarlos. Por si te alegra saberlo, Mito está encarcelada en el Tártaro, justo encima del Caos.

—Eso es lo que debiste hacer desde el principio con esa mujer —dijo, desviando su mirada.

—¿Acaso estás celoso? —el otro no respondió, solo se sonrojó un poco—. Oh, por mi, ¡sí estás celoso!

—¡Cállate, imbécil! No estoy celoso, estoy diciendo que debiste haber sido más inteligente para darte cuenta de los planes de tu mujer —pronunció esto último con asco. En ese momento, se dio cuenta de algo—. La engañaste conmigo.

—¿Y? ¿Ahora te arrepientes?

—No, pero si ya la engañaste a ella conmigo, ¿qué me asegura que no me engañes a mi? Hm, si lo haces te cortaré los huevos y también mataré a tu amante, si tienen un hijo, no, porque él no tendría la culpa…

—Maddy, mi vida…

-Nada de “Maddy” ni de “mi vida”, ¡estoy enojado contigo, vete de aquí!

A Hashirama le pareció muy extraño tantos cambios de humor, primero el Uchiha había estado asustado, luego preocupado y ahora enojado, ¿qué había hecho él para merecerse tal desprecio?

***

El atardecer en el Olimpo era bonito, pero Madara extrañaba su patria, aquel lugar donde había nacido y se había criado, el lugar que defendió a capa y espada y el lugar por donde casi había dado la vida. ¿Hasta cuándo seguiría en el hogar de Hashirama?

—Ahí estás —habló Hashirama detrás de él, colocando sus fuertes manos alrededor de su cintura y poniendo su barbilla en su hombro.

—¿Qué quieres?

—¿Sigues enojado?

Tardó un tiempo en contestar.

—No… pero tengo miedo de que me dejes, nunca había amado a alguien de esta forma, no tengo experiencia en el amor, mucho menos la tengo en un corazón roto…

—Woah, woah, ni siquiera hemos formalizado lo nuestro y ya te estás adelantando, ¿no crees? —lo sintió como una burla, por esto, el menor se sintió humillado, pero Hashirama tenía razón, decidió dejar ese tema de lado, porque si no, se iba a empezar a cabrear y no tenía fuerzas para un enojo. —Ven conmigo. A la sala del trono, tengo algo que quiero decir frente a todos.

—De acuerdo…

Madara siguió a su señor a través de unos pasillos, que aunque se le hicieron eternos, la verdad, eran pocos. Se sorprendió al entrar. Nunca antes estuvo en presencia de todos los olímpicos, y Tobirama. Ellos tenían el triple o más del su tamaño y se sentía tan pequeño e impotente. Su amante dejó su lado para tomar el trono que le correspondía, regresando a su tamaño natural.

—Buenas noches. Tal vez se hayan preguntado porqué están aquí.

—¿Tiene que ver con que tu novio está embarazado? —preguntó Mei sin ningún tipo de filtro.

—¡¿Que mi hijo qué?! —exclamó el dios de la guerra, mirando al más pequeño, desde su altura no podía ver la ligera barriga de su hijo; Madara empezaba a asustarse y tenía ganas de desaparecer.

—Tiene que ver —le respondió Hashirama a Mei, ignorando a su suegro -. He tomado la decisión de hacer a Madara inmortal y que reine a mi lado. ¿Tienen alguna objeción? —nadie habló; no tenían nada en contra de eso, a algunos les caía bien, a otros no les importaba—. Tajima, ¿me concederías la mano de tu hijo Madara en matrimonio?

El dios de la guerra se quedó bastante sorprendido. No tuvo otra reacción que un débil sí; su primogénito era un guerrero, estaba preñado y el rey de los dioses quería su mano.

—Ahora, Madara, te pregunto, ¿te casarías conmigo?

—Ahora, Madara, te pregunto, ¿te casarías conmigo?

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𝐒𝐎𝐍 𝐎𝐅 𝐖𝐀𝐑 | hashimadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora