Capítulo XIV

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¿Boda? ¿Cuál boda? ¿Quién se casaría? ¿Hashirama? Y si era así, ¡¿con quién carajos?! Su mente empezaba a crear todo tipo de escenarios, desde donde Hashirama se casaba con Izuna en sus narices, hasta donde todo resultaba un experimento social y él siendo la burla de todos los dioses.

Ni siquiera se dio cuenta del tiempo que llevaba ahí parado hasta que Izumo apareció.

—¿Madara-sama, se encuentra bien?

—Sí, estoy bien… solo me quedé pensando, vamos adentro —el guardia asintió y fue detrás de él.

Madara regresó a su habitación y de forma inconsciente empezó a tocar su vientre con delicadeza. Se durmió pensando en el largo camino que tendrían que recorrer. Se despertaron incluso antes de que rompiera el alba, en seguida pensó en Izuna y cómo estaría.

Y mientras el mayor estaba camino al País de Hierro, Izuna estaba recibiendo costosas joyas de cierto albino de ojos rojos.

—Tobirama… deja de darme joyas —susurró, poniéndose colorado.

El albino aprovechaba que el hermano mayor de Izuna no estaba, no porque le tuviera miedo, sino porque era muy protector con el menor y apenas lo dejaría acercarse. Solo vio la oportunidad y la usó.

—No tengo problemas en dártelas —dijo, dentro de la cabeza del Uchiha—, soy el señor de todo lo que hay debajo de la tierra y yo elijo darte todo eso a ti.

Izuna solo desvió la mirada hacia donde Naori le estaba hablando. Que por cierto, ella estaba muy preocupada por Madara e Izuna; primero el mayor de ellos presentaba sangrados en un zona íntima, y después el menor hablaba consigo mismo, completamente solo.

Mientras Naori se preocupaba, Tobirama coqueteaba con Izuna y Madara seguía viajando, Itama miraba con enojo a Hashirama.

—Le mentiste a Madara.

—Pero…

—Le dijiste de una boda.

—Pero…

—¡Es que el problema es que no hay ninguna maldita boda! ¡Estúpido, solo llenaste su cabeza de preocupación!

—Escúchame…

—¡Le voy a decir que no se case contigo! ¡Que se lo digo!

El bicolor parecía un enano muy furioso, mientras que el castaño entró en una de sus típicas depresiones.

—Chale, ya la cagué, ¿verdad?

—Sí y mucho.

Aún así, Itama no entendía el enamoramiento. Tenía encuentros de índole sexual con hombre y mujeres por igual, pero nunca se enamoraba de ninguno. Sin embargo, se alegraba y ayudaba a sus hermanos con eso… excepto a Kawarama, que estaba alaísimo de un chaval que todavía no dejaba la infancia.

Madara se sentía cansado, sus pies se hinchaban un poco en los momentos en lo que fueron a pie, y también sus pezones, lo que le hacía rascarse el pecho.

Afortunadamente, Izumo y Kotetsu habían conseguido un par de chocobos, y mientras ellos dos iban en uno, el Uchiha tenía uno para sí solo.

Madara se sentía cuidado y a salvo en las alturas, pues sabía que era era zona de Hashirama, quién jamás dejaría que le pasara algo al amor de su vida. Su hombre lo mantendría a salvo… entonces se dio cuenta de lo que había pensado, aquello lo había hecho encogerse y sonrojarse, diciéndose que había sido muy atrevido pensar en Hashirama de ese modo… porque sí eran amantes, pero no tenían un lazo que los uniera como tal.

Por fin habían llegado a la reunión. Los reyes de las cinco grandes naciones estaban ahí, con cara de amargados, incluso Madara, que era el más joven con respecto a ellos. Ninguno hablaba y Madara solo sentía la mirada del rey de Sunagakure sobre él.

—Quiero negociar los tratados con los que se cedió Nami no Kuni a Konohagakure —empezó el Hozuki, de Kirigakure, mirando a Madara.

—No. —El tono del Uchiha, serio e inexpresivo, hizo que ese señor se enojase con él. —Ustedes perdieron la guerra anterior, zoquete.

—¡Exijo esas tierras de vuelta!

—¡Oblígame, perro! —el Uchiha se levantó mientras golpeaba la mesa con las manos, gesto que hizo retroceder al otro, que estaba algo asustado por eso.

Y esa no duela última pelea de la reunión, pues los llamados A, Ishikawa y Byakuren, empezaron a pelear por una absurda alianza que ninguno de los tres estaba cumpliendo.

Esa discusión llegó a los gritos, casi rozando en los golpes.

—Se comportan como niños pequeños —dijo Reto.

—Sí. —Madara no pudo estar más de acuerdo con eso.

Se volvió a sentir incómodo, pues ahora la mirada del otro de forma más intensa. Mientras tanto, el castaño de la Arena notaba la belleza absoluta del Uchiha. Sin embargo, sentía la sensación de que si seguía mirando al fascinante azabache, un rayo le caería encima. Aunque tampoco podía evitarlo, Madara era demasiado sexy, le salía solo.

Antes de que Madara pudiera abrir la boca para pedirle que dejara de mirarlo, ante la vista de todos los presentes, apareció una mujer de facciones semejantes a las de su Hashirama… pero de una manera en la que se veía más fría, puesto que Hashirama lucía amable y tierno.

Sus ojos se dirigieron a su rostro, donde sus ojos lo veían como si quisiera matarlo; su nariz y boca eran pequeños y sus pómulos marcados, junto con su cabello castaño en una coleta alta. De su túnica color dorado salía un ligero humo y en su mano sostenía una manzana.

Sensaciones de enojo y envidia lo llenaron y casi de inmediato supo quién era ella: la diosa Toka, conocida como la Envidia. Sin embargo, ella volvió a desaparecer en humo y tras ella sólo quedó una hermosa manzana dorada, con las palabras para el dueño de todo. Cegados por aquello, todos trataron de ir tras aquella fruta.

Con la conciencia cegada, Madara no se preguntaría porqué carajos hizo hasta más tarde. La manzana terminó en el regazo de Madara, casi como si hubiera sido llevada hacía él por una pequeña ráfaga de viento, de modo que supo quién estaba detrás de aquello y sonrió.

Sin embargo, sabía que aquella reunión era sumamente crucial, cuyo curso podía definir lo que pasaría después. Pero si entraban en guerra… la aceptaría, los otros fueron los primeros en realizar actos hostiles relevantes por parte de sus países, que malograron un tratado establecido al estar tratando de recuperar territorios cedidos por ellos mismos…

El camino a casa sería largo, razón por la que todavía no se ponía en camino rumbo Konoha, sino que le habían dado una habitación en el palacio de aquel lugar de reunión. Cuando cerró la puerta, supo que no era el único adentro de la habitación.

—Estoy algo celoso —dijo Hashirama, jalando el sedoso pelo negro de su amado.

—¿Por qué? —preguntó con una sonrisita.

—¿Por qué? ¿Preguntas por qué, Maddy? Reto te estaba mirando demasiado… y eso me molestó. Estuve a punto de tirarle un rayo.

—¡No creas!, a mí también me molestó, me sentí incómodo… Hashirama —bajó la voz, recargándose en el pecho del mayor—, creo que la guerra es un asunto inevitable. Están amenazando mi territorio y por ende, mi gente y yo…

—Estoy de tu lado. Ahora y siempre —murmuró de vuelta—. Iré a la guerra contigo.

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𝐒𝐎𝐍 𝐎𝐅 𝐖𝐀𝐑 | hashimadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora