Capítulo II

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Mientras se ponía su armadura roja como la sangre, rezaba a su padre, el dios de la guerra y a todos los patrones de Konoha. Estaba más que listo para matar al engendro, hijo de la diosa Mito. Hashirama y Tobirama recobraron sus formas divinas, dispuestos a observar singular batalla. El moreno confiaba plenamente en su Uchiha.

Tomó todas sus armas y partió con la gente siguiéndolo de lejos. El monstruo destruía los árboles a su paso. Al ver a Madara, dispuesto a matarlo, la bestia solo se enfureció más y con una de sus nueve colas trató de aplastarlo pero con una rapidez impresionante, Madara clavó una de sus espadas en la cola y con su guadaña, la cortó. El zorro gritó de dolor.

—¿Eso te dolió, Kyubi? Pues te dolerá peor por haber provocado la cólera de Madara Uchiha —sacó su arco y sus flechas y empezó a disparar a los ojos rojos del nueve (ahora ocho) colas.

—¡Roar! —una de ellas le dio en el ojo y agradeció al dios Ashura. Nota mental, hacerle un sacrificio a Ashura.

El Kyubi movió otra cola y Madara salió despedido por un golpe en su barriga que le sacó el aire y cayó contra un árbol. Le había roto cuánto menos, dos costillas. Se limpió la sangre que salió de su boca y se dispuso a acabar con ese engendro del demonio.

Ya era de noche y le había arrancado, literalmente, cinco de sus nueve colas al zorro demonio. Había sido el mediodía cuando llegó al combate. Tenía que acabar pronto; Izuna y sus huéspedes lo esperaban. El moreno sexy lo esperaba...

¡Agh, demonios! ¿Por qué estoy pensando en ese estúpido arquitecto? Es solo un hombre más.

Siguió peleando, recibiendo muchas heridas pero a la vez dándole muchos golpes al zorro. Ya se habían alejado de Konoha y había una zona de montañas inestables... Si conseguía llevar a la bestia hacia allá quizá podía hacer que las piedras se derrumbaran sobre este.

Así lo hizo y ahora tenía a su merced a la bestia que atacó su reino.

—Vaya, mírate, el poderoso Kyubi cayendo ante el hijo de la guerra. ¿No te lo esperabas, eh?

Con parsimonia, le arrancó las colas restantes pero antes, lo aplastó con una y varias piedras cayeron, rompiéndole las piernas. Se levantó con mucha dificultad. Demonios, demonios, dolía mucho; apenas se podía quedar de pie.

Con las últimas fuerzas, trepó hasta el cuello y usó su guadaña. Le llevó tiempo y cercenó la cabeza de la bestia, la cual ya no le volvería a hacer daño a su hermoso reino. Agotado, se dejó caer, resignado a qué pronto serían juzgado para estar en la otra vida.

Abrió sus ojos, sorprendido, de haber sobrevivido. Estaba en una cama muy suave y mullida, no podía ser la suya. Había una luz que no podía ser del sol pero tampoco de velas porque esta era muy luminosa. Su cuerpo no se sentía adolorido y su respiración era normal. Eso sí, se sentía incómodo ahí.

Se abrió la puerta y entró el supuesto arquitecto en el que pensó en su batalla. Entonces un pensamiento lo asaltó: ¿cuándo fue su pelea contra el Kyubi?

—Ah, veo que ya estás despierto —su voz era dulce y comprensiva.

—¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Qué día es hoy?

—Muchas preguntas, jajaja. Estás en la habitación de mi palacio. Te traje aquí después de que casi murieras en tu pelea.

—¿El Kyubi... murió definitivamente?

—Bueno, como todos los monstruos, se regenerará en mucho tiempo y serán las futuras generaciones quiénes tendrán que lidiar con él. Pero sí, el Kyubi está muerto.

—Oh. Qué bueno.

—Y sobre el día, estamos a solo dos días de tu pelea —dijo muy calmado.

—¡¿Dos días?! Izuna me está esperando, debo irme... —trató de incorporarse pero no pudo.

—No puedes irte. No estás listo, tus heridas aún no se curan.

—Pero...

—Tú te quedas.

De algún modo, ese hombre tenía un gran control sobre él, sobre su cuerpo. Porque de no ser así, él ya se hubiera ido. Su radar interno estaba muy alterado pero no era tanto como con los monstruos. Ah, no le gustaba esa situación. El hombre entró de regreso, no con comida exactamente, traía unos cuadritos parecidos al pay de limón y una bebida en un vaso. Se la dio.

—Es néctar.

—Si, lo sé.

—¿A-ambrosía?

—Pero no debes comer mucha, ya sabes, comida de los dioses y eso.

Sí, lo sabía. Después de comer un pedazo se sintió mejor y trató de irse pero el moreno no lo dejó.

—Yo quiero que te quedes, Madara.

—¿Cómo sabes mi nombre?

El dios se quedó desconcertado; ningún mortal que hubiera conocido antes, aunque conoció pocos, le había respondido así. Eso le gustó, era algo que amaba de Madara. Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo mucho como no tienes idea, pensó el castaño.

—Yo sé muchas cosas de ti, lindo —le guiñó el ojo con galantería—. Por ejemplo, Madara Uchiha, sé que a pesar de que eres el soberano de Konohagakure no dudarías en entregarla por la vida de tu hermano. ¿Tengo razón?

—La tienes —contestó después de un rato de silencio y se sonrojó.

—También sé que conquistarte sería toda una proeza y que yo haría cualquier cosa por tenerte a mi lado.

—¿...Qué? ¿Quién eres? —el poderoso rey ya tenía miedo.

—No tengas miedo, déjame estar contigo.

—Basta... —el moreno se había acercado mucho y eso no le respondía nada al azabache.

—¡Ya está listo! —le sorprendió su cambio de ánimos.

—¿Qué está listo? —claro que estaba desconfiado, no le había dicho quién era pero ya lo intuía.

—¡El baño que te preparé! —lo sacó con cuidado de su cama y lo cargó un poco hacia el baño. Ahí estaba una tina con agua caliente y un rico aroma... A rosas. El de ojos castaños comenzó a desvestirlo y él se sonrojó.

—¡Basta! No lo hagas.

—Lo haré.

Le quitó la ropa y lo puso con cuidado en la bañera.

—No deberías estar haciendo esto.

—Bueno, normalmente le diría a mis criados que lo hicieran pero nadie más debe saber que estás aquí…

—Bueno, normalmente le diría a mis criados que lo hicieran pero nadie más debe saber que estás aquí…

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𝐒𝐎𝐍 𝐎𝐅 𝐖𝐀𝐑 | hashimadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora