Capítulo XVII

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—¿No tienen la sensación de que algo malo va a pasar? —preguntó Izuna, viendo a Madara, quien asintió, dándole la razón. Sentía su cuerpo vibrar, sintiendo algo de gran energía, que, bueno, definitivamente no era nada bueno.

Mientras tanto, Itama estaba regresando al Olimpo, con Tobirama a su lado. Era increíble la rapidez con la que iban, con un Tobirama muy, muy enojado, casi echando humo por las orejas, despotricando contra los cuatros vientos, quienes se ofendieron.

—¿Tobirama? —preguntó Tsunade, mirando al albino, mientras ella era servida por Shizune. —¿Qué haces aquí... de nuevo?

El tiempo para los dioses era muy diferente que para los humanos, pero ese no era el punto. A nadie le gustaba ver al dios de los muertos enfadado.

—¿Dónde están Hashirama, Kawarama, los demás?

—Ay, no sé. Creo que Hashirama fue a observar a ese mortal, como siempre.

Odio esta familia, yo debo ser adoptado, ¿por qué nadie está atento?

El Juubi era un ser primordial, tan antiguo y casi tan poderoso como Kaguya, la diosa primordial de la tierra, aquella que dio origen a todos los dioses existentes, algo así como la abuela más antigua y loca de todas.

Este ser había sido creado con el propósito de que los dioses no pudieran vencer en los acontecimientos conocidos como Titanomaquia. Cómo se puede observar, aquello no resultó, y ese monstruo fue encerrado en el Tártaro junto con los demás titanes y seres que merecían ir ahí.

—¡Hashirama! —exclamó el de ojos rojos cuando encontró a su hermano leyendo algo... ¿un pergamino? Eso le extrañó, pues Hashirama no era de leer tanto, y no porque fuera tonto, sino que él era más de experimentar y aprender de ese modo.

—Mira, yo he tratado de llegar antes y detenerlo... —dijo Itama, la verdad sin saber qué decir, sintiendo que todo se estaba yendo a la puta.

—¿Qué necesitas, Tobirama?

—¿Qué estás leyendo?

-Oh, tengo la sospecha de que algo le está pasando a Madara... pero no te digo porque te hago una exposición de quince horas, ya que me desvío y te hablo de lo perfecto que es Madara, ¿qué necesitas?

—¡El Juubi se escapó! ¡Alguien lo sacó del Tártaro!

—¡¿Qué?! —el soberano se levantó, dejando el pergamino y caminando con furia.

***

—El ejército de la Roca se acerca a nosotros por el noroeste —le anunciaron a Madara, quien chupó sus labios en un gesto de excitación ante la inminente batalla.

—Bien, tenemos tres cohortes ahí... Izuna, quédate cerca de mí, porque si te matan, bajo al inframundo y te vuelvo a matar.

—De acuerdo, nii-san.

Se encontraban en un espacio amplio, lleno de piedras, muy cerca de Iwagakure, aunque eso no era un problema, tenía una dos cohortes, incluida una que habían mandado de Amegakure defendiendo la frontera marítima de Konoha, esperando a que iniciara la batalla.

Los hermanos Uchiha esperaban con impaciencia a que iniciara la pelea. Cómo hijos de la guerra, tenían sed de sangre y destrucción, ganas de asesinar, golpear y perforar cadáveres.

Los ojos de Madara brillaron en rojo y tan pronto vislumbró el brillo de las armaduras del ejército enemigo, dio la orden de atacar.

La guerra solo es bonita para el dios mismo de la guerra y a sus descendientes, puesto que mientras había soldados que se arrepentían incluso de cortar la piel de seres humanos, Tajima y sus hijos solían regocijarse con eso, y por eso se podía ver a Madara Uchiha riendo como loco mientras atravesaba personas hasta hacerlas irreconocibles.

E incluso Hashirama, quién era alguien bastante pacífico, si hubiera estado viendo, hubiera encontrado eso... embriagador.

—¡Muere! —exclamó el Uchiha, saltando entre los soldados, mientras se movía como un fantasma.

El fantasma de los Uchiha...

Asesinando, matando a quien sea su enemigo sin piedad. En medio de eso, se escuchó algo, impidiendo matar al individuo frente a él, quién vio la oportunidad y la usó, hiriendo a Madara en un brazo antes de que el ruido volviera a oírse.

—¡Bastardo! —gritó Madara, sin saber a quién se dirigía en realidad, si a la cosa esa o al tonto ese que había logrado herirlo.

Un gruñido potente.

Luego un grito casi desgarrador, un grito de ira.

Los ojos de Konoha, sus aliados y enemigos voltearon al lugar de dónde provino ese sonido. Madara se agarró fuertemente a su lanza, de la cual chorreaba sangre, empapando su rostro de ese líquido carmín.

—¿Qué es eso? —preguntó Izuna con algo de pánico, nunca había visto una bestia más grande en su vida.

Una cosa horrenda, similar a una masa sin cocer, abría la boca. Esa boca era enorme, tenía varios dientes afilados, tantos que incluso seguía habiendo en la parte más profunda de la boca. Y el ojo. Un gran, gigante y único ojo rojo, con líneas y puntos negros, ubicado en el centro de la masa.

Diez colas. Diez grandes colar moviéndose en todas las direcciones posibles. Le recordaba las colas que él mismo cortó del Kyubi antes de mandarlo al Tártaro.

—¡¿Qué es eso, nii-san?! —preguntó Izuna, acercándose a él con pánico, comprensible puesto que esa cosa comenzaba a moverse.

—¡No lo sé! Pero, ¿podemos matarlo? —preguntó más para sí mismo, sopesando sus opciones.

—No lo creo... mira lo enorme que es...

Madara se veía en la obligación —y sobra decir que tenía muchas ganas— de luchar contra... lo que fuera esa cosa. Pero a pesar de ser un semidiós, aún había cosas que sorprendían al rey, como cuando en ese momento, en el cielo, empezaron a aparecer destellos de luz.

Y si los mirabas a simple vista, te podrían parecer piedras caídas del espacio. Pero eran los dioses, montados en sus carros, atacando al monstruo.

—¿Esos son... los dioses, Madara-sama? —preguntó uno de sus generales.

—Sí... vaya, Hashirama nunca dejará de sorprenderme... —susurró, pensando en su amor.

Casi no se podía ver con los ojos de un mortal, pero Madara e Izuna podían observar varias cosas, como a Tobirama con una guadaña, mientras que sus acompañantes eran un par de esqueletos, al igual que sus caballos; a Tsunade, que acompañada de Shizune, repartía golpes demasiado poderosos; a Tajima, cortando y golpeando a la bestia con sed de destrucción; y a Hashirama, con una expresión de determinación, yendo a por el monstruo.

Madara miró a su alrededor.

—Si nos matamos entre todos, esa cosa tendrá el trabajo más fácil... Habrá que hacer algo respecto a eso.

—¿Qué propones, nii-san?

—Una tregua... y que vayamos a por la cosa esa.

—¡¿Estás loco?! ¿Pretendes morir y arrastrarnos a todos?

—¿¡Quieres morir de forma inútil?! ¡Es mejor hacerlo de forma heróica y ser recibido en los Campos Elíseos! Pero haz lo que quieras...

𝐒𝐎𝐍 𝐎𝐅 𝐖𝐀𝐑 | hashimadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora