Robin Hood Book.

I

En Un Sólo Día.

«Tal parece que yo me acostumbré
a tí en
un solo día»

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Bebió nuevamente de su cerveza mirando un punto vacío del cuarto a oscuras.
La ventana estaba abierta y por ahí se colaba la luz opaca de la luna.

Llevaba una semana así, recordando aquel sábado.

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Sentando en el banco de aquel viejo bar, al que acostumbraba frecuentar cada fin de semana, miraba a una chica al otro extremo. Tenía el cabello castaño cayendo suelto, un vestido azul corto, suelto y coqueto. Chica de piel blanca y grandes ojos azules.

Preciosa era la forma en la que la definía.

Bebió el último tragó como sí fuera valor y se acercó. Se sentó en el asiento libre junto a ella.

—Buenas noches —la saludó con una sonrisa más que confiada, tímida.

Ella lo miró y se sintió perder en ese mar azul. —Buenas noches.

¿Cómo se invita a bailar sin decirlo?

Con su mano extendida, tímidamente le pregunto si quiera bailar mientras  ella con su sonrisa lo aceptaba.

Bailaron bachata, merengue y bolero. Ella era alguien coqueta con su mirada sin maquillar y manos atrevidas, mientras él, no podía dejar de sonreír y tampoco apartar la mirada de sus ojos.

Hablaron bajito, se dijeron todo sin decirlo; chocaron sus cuerpos.

Sonrisas tímidas, algunas atrevidas y otras risas cómplices. La música los hacía moverse y sin ser expertos, bailaban.

Y cupido pensó que era perfecto para flechar lo.

Termino la fiesta y cada cual para su casa y el se fué con su cara gravada como vídeo y su nombre escrito con plumón.

—Marian —le había gritado ella mientras se iba con su paso coqueto.

Fue incapaz de correr hacía ella y a pesar de no haberse emborrachado, iba ebrio de momentos.

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Ni bien la conocía y ya la extrañaba cómo si la conociera de años.

Se había acostumbrado en un solo día, rompiendo cualquier regla que hubiera.

Desde su teléfono se reproducía bachata, merengue, incluso bolero en honor a ese día.

Robin ya quería que volviera ser sábado.