XIII

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Aprender A Quererte.

«Para aprender a quererte...»

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Sonrío por reflejo al mirarla. Ella siempre llegaba todas las tardes a la misma hora con su personalidad tan confusa y original.

Cuando la vio la primera vez tuvo una mezcla de miedo con locura y podía apostar que sus ojos lo amenazaron que si la perdía, perdía la mejor fortuna 

Y él, como el mesero amistoso y alegre que era, se acercó.

—Buenas tardes, señorita Marian —Saludo con cortesía y un toque bromista. Ella le devolvió la sonrisa, esa que le encantaba tanto — ¿Lo mismo de siempre?

— No —nego ella— Está vez será para llevar.

Con un «como ordené» se fue. No era la primera vez que lo pedía pero en la mayoría siempre se quedaba a beber su té frío mientras charla con él como sí las conversaciones no se pudieran agotar. Ella conocía tan bien los horarios como Robin las recetas de malteadas.

Esa chica siempre era oportuna con su bendita suerte y sus horas de llegar cuando el lugar casi estaba vacío.

—Su pedido, lady —se lo entregó con su encantadora sonrisa y su mirada destellante.

—Gracias.

Cómo era costumbre desde yacía meses, se quedó charlando con esa preciosa y ocurrente castaña. No importa que tan cortos sean los momentos, seguían pareciendo eternidades.

—Te quiero —dijo tan sincero mientras ella dejaba el dinero en la mesa.

Marian frunció el entrecejo y lo miró como si lo cuestionará.

—Para eso debes conocerme —le dijo.

La miro confundido. Robin ya la conocía y conocía muchas cosas que ella había dicho.

—Pregúntame que pasaría si me regalas rosas rojas.

—¿Que pasa si hago eso?

—Averígualo tú —fue lo último dicho antes de irse como llegaba, con coquetería mientras le dejaba mil preguntas.

Siendo ella una chica que no las respondía todas.

Oh dios, para aprender a quererla...

Le faltaba mucho y tenía tantas ganas de pasar todos los días con ella.

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