Robin Hood Book.

XVIII

Auchi.

«Un besito cura todo auchi»

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Marian no dejaba de llorar y el raspón que tiene en su rodilla derecha no ayuda a tranquilizar las cosas.

Estaban jugando y fue un accidente que ella se cayera y ahora no sabía que hacer.

—¡No quiero morir! —chilló ella entre lágrimas de dolor y miedo.

Las sirvientas les habían dicho que no se fueran a caer porque sí pasaba les iba a salir sangre y luego morirían.

¡No quería que su prima favorita se muriera!

También estaba asustado ¿Que se supone que hiciera?

Quiso ir a buscar a alguien pero Marian no quería que la dejará sola, tampoco quería separarse de ella, y nadie pasaba junto a ellos.

¡Ni su hermano mayor aparecía! Y eso que Ricardo siempre estaba detrás de ellos.

—¡Ayúdame, Juan!

¿Que se supone que haga cuando también está igual que ella? ¿Que haría Ricardo?

Pensó unos momentos y entre llantos y lágrimas recordó lo que su hermano le hizo apenas unos días.

Se había cortado con el filo de la espada. La herida era pequeña pero no dejaba de salir sangre y lloró por el ardor y la aflicción. Su hermano sacó un pañuelo, le secó primero las lágrimas y luego le limpió la herida hasta que dejó de salir sangre y por último le dió un beso.

«—Los besos curan todo —le había dicho y como buen niño inocente y admirador de su hermano le creyó—

—¡Ya se que hacer! —gritó y Marian detuvo sus sollozos para verlo.

Sacó el pañuelo que siempre lo obligan a cargar y limpió la herida hasta que dejó de salir sangre intentando tener cuidado.

—Duele —Dijo Marian con su voz entrecortada mientras movía el pie.

—Todo estará bien —recitó las palabras que Ricardo le dijo aquella vez y que también hicieron efecto en su prima.

Quitó el pañuelo y le beso la rodilla.

—¿Que hiciste? —cuestionó ella curiosa.

—Mi hermano mayor dijo que un besito cura todo auchi —le contestó mientras se ponía de pie y se sacudía las manos— ¿Aún te duele?

Marian esbozó una gran sonrisa y se puso de pie.

—¡Ya no!

El pequeño príncipe rió orgulloso por su trabajo. Tomo de la mano a la princesita para que se hiciera otro auchi y juntos se fueron a la cocina.

Desde lejos el joven Ricardo miraba todo y aunque luego tendría que regañar al personal por descuidar a sus pequeños, se sentía feliz. Eran los mejores.