𝟎𝟎𝟖.

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Momoi entró al gimnasio y vio a su amigo tirado boca abajo sobre el escenario. Miro lo que traía en sus manos y suspiro para caminar hasta donde estaba él.

Oye Momoi ¿Sabes donde está Mochizuki? la freno Imayoshi —. Es que necesito que me ayude con unas cosas del consejo estudiantil.

Se quedó en el salón, deberás despertarla porque se había quedado dormida.

Gracias.

Ella asintió y viendo como el mayor corría hacia afuera del gimnasio en busca de su amiga, cuando él dobló por el pasillo ella siguió caminando hasta el escenario.

Aomine-kun, Hoshi me dijo que te entregara esto hablo mientras dejaba un bento al lado de la cabeza del chico.

No lo quiero, dile que no me traiga más.

Dijo que no importaba que estuviera molesta contigo, no podía dejarte sin comer le respondió y volvió a acercarle el bento.

¡Carajo por qué siempre están pegadas a mi! ¡Son jodidamente molestas las dos! ¡Déjense de preocupar por mí, estoy perfectamente bien sin ustedes! gritó y tiró el bento.

Una pequeña lágrima empezó a bajar por la mejilla de la joven, sin más camino hasta el bento, lo tomó y se marchó del lugar, dejándolo solo, como quería o decía querer estar.

Al no ver más los cabellos rosas le tomó el peso a lo que había dicho, pero no haría nada por arreglarlo.

Los días pasaron hasta que por fin se volvió viernes, Aomine lo único que pudo hacer fue observar de lejos, lo último que había logrado ver de Hoshi era a ella abriéndose de piernas afuera de la escuela y a Mizu intentando imitarla fallando miserablemente en el intento.

La semana se había hecho eterna, al menos para el joven de tez morena, detestaba ver a la azabache reír como si él no fuera importante en su vida, como si nunca hubiera hecho falta, pero lo que más le dolía era ver como aquella rubia le había sacado más sonrisas a Hoshi en una semana de lo que él había logrado en un año.

Akira fue ignorada olímpicamente toda la semana, el joven no tenía interés en nada más que dormir una buena siesta o comer algo, había vuelto al mismo ciclo de antes de volver a encontrarse con Hoshi.

Ahora no podía hacer nada más que observar a la pequeña joven a lo lejos; siempre lo había pensado y jamás dejaría de hacerlo, Hoshi era como una muñeca de porcelana. La madre del moreno la había apodado "Corazón de porcelana" decía que con eso podría tener a cualquier persona a sus pies pero lastimosamente si se lo entregaba a cualquier persona podría romperlo y solo se volvería un pedazo de basura que alguna vez fue un lindo tesoro que cayó en manos equivocadas.

Todos los jóvenes que observaban a la azabache pensaban lo mismo que el moreno. Incontables cartas llegaban a su mesa y casillero, Hoshi se entretenía mucho leyendo aquellos poemas que nombraban su piel de porcelana, todos narraban a una joven delicada que se dañaría con el aleteo de una mariposa, poco sabían ellos que la joven era más fuerte que el mismo metal. Todos habían creado una propia versión de Hoshi, sin darse el tiempo de conocer el "corazón de porcelana".

La rizadora arreglaba el opaco cabello de Hoshi, el brillo de sus labios daba el toque para que la muñeca por fin estuviera lista; vestido beige hasta las rodillas, piel pálida, brillantes labios rojos, cabello ondulado, largas pestañas y ojos sin brillo natural, cuencas vacías, ojos de muñeca.

Las miradas de todos se posaban arriba de la azabache jurando fielmente haber visto a la chica más hermosa del planeta. Todos se acercarían a hablarle, si no fuera por una chica rubia que caminaba junto a ella cuidándola como un perro. Las muchachas caminaban hacia una cafetería que según Mizu era muy linda y casi nadie iba dándole un aspecto mucho más tranquilo y hogareño.

blue eyes | daiki aomine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora