𝟎𝟏𝟐.

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La luz del corredor mantenía la habitación de Daiki iluminada. No era fan de tener su pieza con mucha luz, incluso había elegido que la gama de colores de su habitación entre negro y gris por lo mismo.

Cuando su madre apagó la luz él de inmediato encendió la luz de la pequeña lámpara con forma de balón que estaba junto a su cama. Se quedó un par de segundos observando la lámpara y recordando cuando Hoshi se la dio. Estaba tan concentrado recordando que su respiración se había vuelto demasiado superficial y solo pudo notarlo cuando su pecho empezó a doler.

Sin mucho que pensar giró sobre él quedando de espaldas para quedar mirando su techo y comenzar a pensar que tal vez la luz de la lámpara era demasiado tenue para la gran habitación, incluso uno de los rincones estaba especialmente oscuro. Tomó lo primero que tuvo a la mano y lo lanzó contra el interruptor, acertando a la primera y así encendiéndose la luz.

Entre el mini segundo que la electricidad viajó por los cables para así llegar a la ampolleta, pudo ver la silueta de alguien parado contra su cama y desapareciendo justo antes de que la luz pudiera llegar a todos los rincones de su habitación.

¡LA CONCHA DE TU. . . !

Si Aomine tuviera que contar todas las experiencias paranormales que ha tenido en los últimos cuatro días lo tomarían por loco, aunque si seguía así probablemente caería en la demencia.

La casa de Hoshi estaba relativamente cerca, podría llegar en diez minutos y pedir perdón como una persona normal, pero no. Simplemente se negaba a ir por alguna razón. Poniendo de excusa que hacía mucho calor para ir o que estaría la mamá de Hoshi aunque tal vez tenía algo de miedo que ella no lo quisiera ni ver y no le abriera la puerta aún sabiendo que ella estaba ahí, después de todo ahora ya estaban de vacaciones.

Pero tampoco es que se quisiera mantener así, aunque no le pediría perdón a ella lo haría con sus hermanas, tal vez así se calmarían un poquito las cosas.

Y eso lo llevaba a estar así: su frente pegada al pasto, la punta de las hebras verdes le picaba la nariz mientras murmuraba "lo siento", y el sol acariciaba con gracia su espalda.

Había venido un par de veces antes, a tomarse una gaseosa mientras hablaba de lo aburrido que se había vuelto jugar basquetbol o de que su madre lo había dejado solo otra vez. Aunque Sultana ya no estuviera, él la seguía viendo como una figura materna, al igual que con la madre de las chicas.

Le pediría perdón a Hoshi cuando la viera de vuelta en clases, tal vez ahí si tendría algo más de valor.

Pero aún quedaba un hilo del lazo que tenían. Y mientras ese maldito hilo no se rompiera la vida haría todo lo que quisiera con ellos.

¿Aomine-san? la aterciopelada voz de la chica hizo que despegara su frente del suelo para mirarla a ella, se veía igual de hermosa que siempre; traía su pelo suelto, llegando casi hasta su cadera y traía puesto un vestido blanco que le llegaba hasta debajo de sus rodillas, y con un pequeño escote que solo dejaba ver sus clavículas, acompañados de unos tacones blancos. Lo único con colores vivos en ella eran sus ojos y las flores que traía en sus brazos.

No parecía molesta, más bien parecía sorprendida. La manera en que ladeaba su cabeza y la forma en que su expresión cambiaba a una de preocupación fue la gota que rebalsó el vaso.

Inmediatamente se levantó del suelo y desesperadamente llegó hasta donde ella ¡Hey, hey! ¡Cuidado! chilló con preocupación al ver que las rodillas del moreno cedían para arrodillarse, inmediatamente ella pasó sus manos por debajo de sus hombros impidiendo que esto sucediera, él era ridículamente más grande y pesado así que estaba cargando con todo el peso del moreno en su espalda y rodillas que no tardaron en flaquear, golpeándose fuertemente contra el suelo. Significando que la que quedara de rodillas fuera ella.

blue eyes | daiki aomine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora