08.2- Steve Rogers/Bucky Barnes

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¿Final?

Casi setenta años después...

Cuando Steve reaccionó, sentía el cuerpo pesado. Se escuchaba una voz de fondo, seguramente había alguien a su lado. Al abrir los ojos lo recibió un techo blanco y reconoció de inmediato el hospital. Había pasado gran parte de su infancia en aquellas salas de enfermos por culpa de su asma, pero aquellos recuerdos los sentía borrosos, casi...

Entonces, la voz cobró sentido, y Steve se sentó en la cama, confundido.

Era la voz de un relator de deportes. Y él lo conocía. Solía escucharlo todos los domingos junto a Bucky, y ambos regañaban porque creían que exageraba demasiado.

Pero aquel partido...

—"¡...y conecta! Va al jardín derecho, y se le escapa a Rizzo..."

No, algo estaba mal.

Él recordaba claramente ese partido. Había asistido en una cita doble con Bucky y unas amigas, y fue la única vez que no se sintió excluido por la chica porque ni siquiera le prestó atención. Estaba demasiado concentrado en el campo de juego, en los jugadores y anotaciones.

Entonces, ¿por qué estaban repitiéndolo en la radio?

Steve recordaba sus últimos momentos consciente. La pelea con Cráneo Rojo, el teseracto, la nave cayendo, Ada aferrándose a su pecho, llorando mientras la muerte se acercaba...

De pronto, la puerta se abrió y una bonita enfermera entró. 

—Capitán Rogers, buenos días —saludó y cerró la puerta—. ¿O ya es la tarde, tal vez? 

—¿Dónde estamos? —preguntó Steve, alerta.

—Usted está en un hospital, en Nueva York. 

—"¡Los Dodgers toman la delantera 8 a 4! ¡Hurra, Dodgers!" —continuaba el hombre de la radio—. ¡Pero qué gran partido el de hoy!

—¿Dónde estamos? —repitió Steve—. En serio.

—Temo que no lo entiendo.

—Ese partido. Es de mayo del 41. Lo sé porque estuve ahí —se puso de pie y la enfermera retrocedió—. Te preguntaré otra vez. ¿Dónde estamos?

—Capitán Rogers...

—¡¿Quién eres tú?!

En ese momento, dos guardias armados y de uniforme entraron por la puerta, Steve entró en pánico porque aquellas vestiduras negras le recordaron a los uniformes de HYDRA, y atacó. Derribó la pared empujando a los guardias, y salió corriendo, encontrándose en un corredor inmenso de un edificio claramente moderno. 

Corrió.

Atravesó pasillos, empujó gente y a cualquiera en su camino hasta que logró encontrar la puerta principal. 

Y cuando salió al exterior....

El ruido.

La gente.

Las luces.

Los edificios.

¿En qué mundo estaba?

¿Qué clase de ciudad era esa?

Steve siguió corriendo por casi una calle entera hasta que se detuvo, sin saber a dónde ir.

Estaba rodeado de pantallas gigantes con anuncios que se movían, en colores vivos, brillantes y autos tan modernos que ni siquiera Hogward Stark podría haberlos creado.

A menos que...

Parecía haber despertado de una siesta, pero, ¿cuánto había dormido en realidad?

De un momento a otro, Steve se vio rodeado de autos negros, grandes. Muchos hombres bajaron de ellos, apuntándolo con armas. 

—¡Descanse, soldado! —exclamó un hombre vestido completamente de negro, que parecía ser el jefe de todos. Tenía un ojo parchado, como un pirata, y se acercó a Steve sin armas a la vista, sin claras intenciones de atacar.

—Lamento mucho este espectáculo, pero... sólo queríamos revelártelo despacio. 

—¿Revelarme qué? 

El hombre tardó unos segundos en contestar:

—Estuviste dormido. Por casi setenta años.

Steve soltó un suspiro y miró a su alrededor, aún incrédulo. Se sintió perdido, solo. ¿70 años? Imposible. Pero de ser así... Seguramente todos sus conocidos ya estaban muertos.

—¿Vas a estar bien? —preguntó el hombre del parche.

Vaya pregunta. 

—Sí —respondió Steve, aún dudando—. Sí, es que... tenía una cita.

—Ven conmigo. Tenemos mucho de qué hablar.

Steve siguió al hombre hacia el auto más cercano y subió al asiento del copiloto. 

—Por cierto, soy Nick Fury. Soy el director de... Discúlpame un momento —Fury dejó de hablar y contestó su teléfono—. ¿Sí? —silencio—. Ya veo. Voy en camino. Sí, irá conmigo.

—¿Problemas? —preguntó Steve.

—Usted y su amiga parecen estar más conectados de lo que creí.

—¿A qué se refiere? ¿Qué amiga?

—La señorita Ada Schmidt. Acaba de despertar.






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Bueeeno, hola a todos.

Espero que esta historia les haya gustado. Y ahora, la pregunta del millón: ¿La dejamos hasta acá o seguimos con la historia?

¡Gracias por sus votos y comentarios!

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Un abrazo.

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